El
director del aeródromo hizo las presentaciones. Ferrain estrechó fríamente la
mano enguantada de la muchacha. Ella le miró a los ojos, y pensó: "Un
hombre sin reacciones. Debe ser jugador".
Quizá
la muchacha no se equivocaba; pero no era aquel el momento de pensar semejantes
cosas de Ferrain. El aviador estaba profundamente disgustado al verse mezclado
en aquel horrible negocio. El mecánico se acercó al director, y éste se alejó.
Estela, que miraba las plateadas alas del avión reposando como un pez en la
pradera verde, volvió sus ojos a Ferrain.
-¿Ha
estado usted con el señor Demetriades?
-Sí.
-Supongo
que estará enterado de todo.
-Me
ha dicho que me ponga por completo a sus órdenes.
-Entonces
iremos primero a Xauen, y luego tomaremos rumbo a Melilla.
-¿Sus
documentos están en orden?
-Por
completo... ¿Conoce usted Xauen?
-He
estado dos veces.
-De
Xauen podemos salir después de almorzar. Esta noche cenaremos juntos en París.
¿Conforme?
-¡Encantado!
-¿Cuándo
salimos?
-Cuando
usted diga.
-Me
pondré el overol, entonces.-Ya ella se marchaba para la toilette del aeródromo
con su bolso de mano; pero bruscamente se volvió. Sonreía, un poco ruborizada,
como si se avergonzara de una posible actitud pueril. Dijo: -Teniente Ferrain,
no se vaya a reír de mí ¿Tiene usted paracaídas?
Ferrain
permaneció serio.
-Puede
usar el mío, si quiere. Yo jamás he necesitado de ese chisme.
-Es
que soy supersticiosa. Hoy he visto un funeral. Y la primera inicial del paño
fúnebre era la letra "E".
Ferrain
la miró sorprendido:
-¡Es
curioso! Yo me llamo Esteban. ¿Por quién sería el augurio?...
La
espía no sonrió. Un poco desconcertada, observó a Ferrain, y luego
balbuceó:
-¡Es
curioso!
Ferrain
miró el cielo azul de la mañana recortándose sobre las montañas verdosas, y
replicó:
-Tendremos
un viaje serenísimo. No se preocupe.
Ella,
con ágiles pasos, marchó a enfundarse en su overol.
Ferrain
se dirigió a su aparato. A medida que transcurrirían los minutos, el disgusto
por su misión aumentaba su volumen sombrío. ¿Cómo se había dejado atrapar por
aquel Demetriades? Algunos mástiles se alejaban del dique hacia Gibraltar.
Ferrain pensó con envidia que en los puentes irían pasajeros dichosos. Cierto
es que esa noche cenaría en París. ¡Cuántos sacrificios costaba un ascenso! De
modo que esa hipócrita, con su aspecto de mosquita muerta, había hecho asesinar
a Desgteit y a Mahomet "el Cojo"? ¿Qué aventuras la habrían conducido
al Servicio de Contraespionaje? De haber estado en sus manos, borraría a Ceuta
del mapa. Miró con rabia al mecánico, que terminaba de llenar el tanque de
nafta. Algunos pájaros saltaban en la hierba; más allá, los portones de cine de
un hangar se abrían lentamente. Y él, por esa mala pécora...
Sonriendo,
con su bolso de mano, apareció la señorita Estela. Evidentemente, era elegante.
Ella lo envolvió en su aterciopelada mirada azul, que escapaba de sus pupilas
abiertas como abanicos. Ferrain apartó los ojos de ella. Acaba de
representársela destrozada en un roquedal, las entrañas derramándose entre los
dientes rotos. La señorita Estela, cruzándose de brazos frente a él,
dijo:
-¡Lista!
Ferrain
se acercó penosamente al aparato. Ella caminaba a su lado alargando el paso y
charloteando como una colegiala maliciosa.
-¿Cómo
está el señor Demetriades? ¿Siempre paternal y cínico? Supongo que le habrá
contado...
Ferrain
la miró desafiante:
-¿Contado
qué?
-Nuestras
dificultades.
Ferrain
cortó en seco:
-Usted
perdone. El señor Demetriades me ordenó que la buscara a usted, y que eludiera
toda conversación confidencial respecto al servicio.
La
respuesta de Ferrain fue oportuna y adecuada. Estela pensó: "Este imbécil
teme que le estropee la foja con algún chisme", y acto seguido cambió de
conversación y de tono:
-¿Cree
usted que habrá elecciones en España?
Ferrain
la soslayó:
-Posiblemente.
. . Se habla de la chance del bloque popular. ¿Cree usted en esa
ensalada?
Ferrain
sonrió eficiente:
-El
bloque es un disparate. Gil Robles gobernará a España. La CEDA es el único partido
serio. Electoralmente, el bloque popular está condenado al fracaso. Azaña es un
literato.
Habían
llegado al avión. Subió Ferrain, y el mecánico la ayudó a Estela. Ella recogió
el paracaídas y se cruzó el correaje bajo las axilas.
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