El secreto por lo general está mas vinculado a
personalidades con una estructura de valores muy rígido y punitivo, en donde la
idea de “falta” o “pecado” está presente y amenazante. Por ello cuando alguna
experiencia no es aceptada por dicho
sistema de valores o creencias, la experiencia es guardada como un secreto, si
no es reprimida y confinada a los límites de lo inconsciente. Este tipo de
personalidad en su adaptarse a los cambios que exige la vida se flexibiliza a
un costo muy grande (acompañado de sufrimiento) permitiendo que algunas de las
experiencias reprimidas pasen a la conciencia y el sujeto las reconozca como
suyas, pero las mantiene como secretos pues las considera como “travesuras” que
prefiere mantener en reserva.
Entonces
tenemos que existe una amplísima variedad de secretos, algunos sirven para
formar lazos o alianzas entre personas que los comparten, existe los
circunstanciales, aquellos que tienen fecha de inicio y fin establecida, cuyo
contenido no es “de vida o muerte”; así como también están los otros, cuyo
contenido resulta muy incómodo o doloroso. Pudiendo ser entonces algo normal y
cotidiano, así como también motivo de una psicoterapia.
La confidencia o confesión
La confesión o
confidencia viene a ser una reconciliación, con uno mismo y con el mundo, a
través del receptor de la revelación. Implica
aceptar a otra persona como digna de compartir el secreto y aceptarse a sí
mismo como preparado para ser aceptado en nuestra real dimensión.
La declaración
de lo oculto en estos casos se da como parte de la liberación del impulso
contenido que busca abrirse paso, tentando la aceptación o acogimiento de otra
persona.
La confidencia
implica también en parte la restauración de la confianza en la condición
humana, en la capacidad de perdonar y ser perdonado, en aceptar a otro ser
humano tal como es y ser igualmente aceptado.
El
desahogo es menos común en la mayoría de las personas y de las situaciones. Por
lo general se da como respuesta a una crisis que ha hecho posible el desembalse
de la emoción y de los sentimientos contenidos que acompañaban al secreto. Entonces con
la confesión viene el alivio que produce el verse libre del conflicto entre los
elementos represivos como la culpa, la vergüenza, el miedo, etc. y aquellos que
impulsos que igualmente se hallan en el sujeto y pugnan por la reivindicación
de los eventos reprimidos o guardados en secreto.
La confesión
viene a ser una suerte de rendición ante alguien reconocido como poseedor de
cualidades extraordinarias o de la capacidad de librar a la persona del
malestar que le produce el secreto. Siendo
elegidos por lo general para estos fines un sacerdote o un “amigo (a) íntimo”,
quienes estarían en buena disposición para tan delicada labor. Sin embargo
muchas personas se equivocan al escoger a los depositarios de sus confidencias
y lo hacen en gente inmadura, que no posee un genuino interés por el bienestar
de quien realiza la
confidencia o no posee una actitud saludable frente a la vida.
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