¿Cómo era hace cuarenta años la relación artista / galerías
/ marchand?
Nos tendríamos que ir más atrás, porque hace cuarenta años
ya había marchantes y galerías vendiendo basura. En las primeras décadas del
siglo XX, el marchand buscaba artistas y los impulsaba y soportaba
económicamente porque sabía que el arte toma tiempo y es difícil y que los
artistas talentosos son escasos. La galería rompía barreras sociales y exponía
para dar a conocer formas nuevas de pensamiento, con riesgo.
Ahora, el marchand
y la galería solo venden lo que está de moda y quieren muchas obras porque la
calidad no importa y porque saben que el artista las hace de forma instantánea,
que todo es, intelectual o materialmente, ready made, y que los clientes no ven
realmente la obra, que es una inversión rápida. Son como corredores de bolsa o
vendedores de terrenos; no promocionan arte, especulan con commodities.
¿Cuándo comenzó el mercado a decidir?
Con la fiebre de la especulación financiera, la economía de
la trampa y el abuso capitalista. Los millonarios compran arte para especular.
Saatchi dijo que vendió el tiburón en formol de Hirst en doce millones de
dólares al especulador financiero Steve Cohen; con ese precio lo donó al MET.
El precio real no llega ni a la tercera parte. Cohen fue juzgado por fraude. Es
uno de los billonarios coleccionistas más famosos.
¿Por qué llama usted «arte VIP» al arte actual?
Lo llamo VIP, de video-instalación-performance, porque, como
el concepto VIP de very important person, es esencialmente excluyente. La
pintura, el dibujo, la escultura que hoy se hacen no se consideran arte
contemporáneo: los llaman tradicionales y están marginados de los museos más
modernos y de las bienales de arte. La contemporaneidad se manipula como un
valor artístico y no lo es: es un valor comercial –el último auto, el último
vestido–. El arte es intemporal, sobrevive al tiempo; la moda es efímera, muere
todos los días.
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