domingo, 7 de agosto de 2016

AL ESTE DEL SOL Y AL OESTE DE LA LUNA - Parte 3


La joven, sorprendida y emocionada, se acercó tanto que el joven se despertó, y con voz lastimera dijo:
- ¿Qué habéis hecho, niña imprudente?
¡Ahora, por vuestra impaciencia, seremos desgraciados los dos!
Sabed, pues, que una perversa princesa muy poderosa me ha encantado.
Por eso soy de día un oso y un hombre por las noches.
Había conseguido poder cuidaros hasta que se cumpliera mi destino y fuera dueño de casarme, pero ahora todo ha terminado entre nosotros. Debo abandonaros y reunirme con la fea princesa de nariz larga que vive en un castillo situado al este del Sol y al oeste de la Luna, castillo más inaccesible aún que éste.
Ingrid lloró y gimió, pero en vano.
El destino inexorable debía cumplirse.
Al otro día, cuando despertó, el Príncipe y su palacio habían desaparecido.
La luz del sol apenas llegaba a ella, y notó que se encontraba en medio de un bosque tupido y obscuro. El hatillo que trajera de casa de su padre se encontraba a su lado.
Creyéndose víctima de un mal sueño, la niña se frotó los ojos.
Luego, ante la triste realidad, lloró largo rato; pero el deseo de encontrar al Príncipe le dio fuerzas, y animosamente se puso en marcha.
Caminó días y días, cruzando sombríos parajes, hasta que en uno más feo y triste que los otros vieron a una extraña anciana que, sentada en una roca, jugaba con una manzana de oro que tenía en las manos.

Se acercó a ella la niña, y después de saludarla le preguntó tímidamente si conocía el camino que conducía al castillo que ésta al este del Sol y al oeste de la Luna.
- No - respondió la vieja, que a todas luces era una hechicera -. ¡Nadie la sabe! Pronto, tarde o nunca encontraréis el camino de la ilusión. - Luego, conmovida, al parecer, por la inocencia de la niña, agregó - : Si queréis, os puedo prestar mi caballo, que os llevará a ver al Viento Este.
Quizá él os dé las señas que buscáis. Únicamente os pido que cuando lleguéis a destino, deis al caballo un golpecito bajo la oreja izquierda, con una varita de avellano; sólo encontrará el camino de vuelta. Además, como me gustáis, os regalo esta manzana de oro, que creo os servirá.
Comprendió Ingrid que la anciana era un hada. Así que tomando la manzana montó a caballo, y éste partió a la carrera. Anduvieron mucho tiempo, y por fin llegaron a una cueva sombría, morada del Viento Este.
Se acercó la niña, y suavemente preguntó al Viento Este si podía indicarle el camino que está al este del Sol y al oeste de la Luna.
- He oído hablar de ello - dijo el Viento - , pero nunca fui tan lejos. Si os colocáis entre mis alas os conduciré hasta la morada de mi hermano, el Viento Oeste; quizá él ayudaros.
Despidió Ingrid al caballo, y con el regalo de la hechicera se instaló en la extraña cabalgadura.
Os podéis imaginar la rapidez de la marcha.
Al llegar a la vivienda del Viento Oeste, el Viento Este se adelantó hacia su hermano y le explicó lo que la joven esperaba de él.
- Ignoro ese camino - contestó - , pero puede ser que nuestro hermano el Viento Sur, que ha llegado a lejanísimas comarcas, lo conozca.

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