viernes, 4 de mayo de 2018


¿Cómo volver a la normalidad?
Una vez planteado esto, el filósofo esloveno profundizó en sus agudas reflexiones, salpicadas con su recital de tics y trufadas de chistes y pequeñas historias. Por ejemplo, habló de la habitual caracterización de los regímenes estalinistas como "socialismo burocrático", algo "completamente confuso y (auto) mistificador. El estalinismo fue el fracaso de la burocracia, era una sociedad insuficientemente burocratizada y con un aparato administrativo muy politizado e ineficiente". Para ejemplificar esta paradoja, Zizek entró de lleno en "la triste situación de Grecia hoy". A su juicio, el problema de Syriza pasó por perder el contacto con su base electoral y especialmente por no encontrar una nueva manera de reorganizar el Estado. "Todos los grandes revolucionarios sabían que no podían mantener un Estado de emergencia permanente, donde todo el mundo se mantiene activo y en emergencia. Entonces, ¿cómo volver a la normalidad?", se pregunta.



Sigiendo su razonamiento, el filósofo explica que necesitamos unos mecanismos alienados, y se lanzó con una controvertida declaración personal que sintetiza su visión, "quiero vivir mi vida en paz y que todo funcione, no me importa cómo". Considera asimismo el filósofo que "la ideología predominante hoy es un cinismo resignado, un cinismo que hace mucho más difícil la crítica", y afirmó que le parece terrible que los partidos y movimientos izquierda reclamen a los refugiados por intereses revolucionarios: "Piensan que si importan refugiados podrán hacer la revolución, como aquí no tenemos sujetos revolucionarios, los importaremos". Es por ello que considera que "los líderes pseudoprogresistas de hoy son mucho más peligrosos que Trump".
Con esta pequeña espita se abrió el Zizek más lector del hoy, que utiliza su saber para analizar los acuciantes problemas del mundo, en este caso, políticos. El filósofo aseguró que "la ideología imperante hoy es una aceptación sumisa que nos dice que cualquier visión de otro mundo es descartada, porque la censura ideológica no tiene por objetivo aplastar el levantamiento, sino aplastar cualquier esperanza de cambiar el mundo". Eligió como ejemplo al recientemente elegido presidente de Francia, Emmanuel Macron, de quien dice que ganó como surgido de la nada, "al igual que en su día Berlusconi. Aparecieron así, de la nada, no como una muestra de implicación popular directa. Estas figuras se presentan con todo el apoyo de las élites económicas, del establishment, y su propuesta es ocultar sus verdaderas intenciones". Estos partidos, cuyos nombres no muestran una clara filiación ideológica sino que son ambiguos, surgen gracias a la creación de nuevas amenazas que ellos mismos lanzan para amedrentar.

Para Zizek, Macron es el candidato de las élites, "válido porque necesitábamos una unidad antifascista contra Le Pen", pero fue muy triste ver el apoyo absoluto a Macron. "Si insinuabas algo contra él, te criticaban por apoyar a Le Pen. Macron entra en escena cuando cobra una gran fuerza el populismo fascista de Le Pen". Por eso pide que se vuelva a demonizar a Le Pen, que ha sido ampliamente desdemonizada. Pero con eso no es suficiente, porque las políticas hegemónicas predominantes, el fracaso del establishment, han hecho posible el auge de Le Pen. "El objetivo final de Macron no era sólo derrotar a Le Pen, sino también hacer desaparecer a las opciones más radicales de la izquierda". Para concluir, Zizek pidió a esa misma izquierda que tome la decisión de dirigirse a la mayoría moral, y que no le deje ese espacio a la derecha.




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