martes, 19 de junio de 2018

Marco el Rico y Basilio el Desgraciado - Parte 3

Marco, después de haber oído esto, comprendió que el sacristán era su ahijado. Entonces dijo al abad:
— Si yo hubiese dispuesto de un hombre tan listo como parece vuestro sacristán, lo habría nombrado mi ayudante principal en los negocios de mi casa. ¡Cedédmelo!

El abad se negó al principio; pero Marco el Rico, a pesar de su avaricia, ofreció una donación de veinticinco mil rublos para el convento a cambio de Basilio; el abad, después de haber pedido consejo a los demás frailes, decidió, con la aprobación de todos, aceptar la donación y dejar marchar a Basilio el Desgraciado.
Marco envió al joven a su casa con una carta cerrada que decía: ‘Mujer: En cuanto recibas esta carta ve con el dador a nuestra fábrica de jabón y ordena a los obreros que lo echen en una de las calderas de aceite hirviendo; cuida de no faltar en cumplir lo que te digo, porque se trata de mi más temible enemigo.’
Se puso en marcha Basilio el Desgraciado sin sospechar la suerte que le esperaba, y en el camino tropezó con un viejo de cabellos blancos como la nieve, que le preguntó:
— ¿Adónde vas, Basilio el Desgraciado?
— Voy a casa de Marco el Rico, donde me envía su dueño con una carta para su mujer.
— Déjame ver la carta.
Basilio le entregó la carta y el viejo rompió el sello y se la mostró, diciendo:
— ¡Toma, léela!
Basilio la leyó y comenzó a llorar, diciendo:
— ¿Qué le he hecho yo a ese hombre para que me condene a muerte tan cruel?
— No te entristezcas ni temas nada — le dijo el anciano para tranquilizarle—. Dios no te abandonará.
Y soplando sobre la carta, se la devolvió con el sello intacto, como si no la hubiese abierto.
— Ahora, vete con Dios y entrega la carta de Marco el Rico a su mujer.
Basilio el Desgraciado llegó a la casa del comerciante, preguntó por el ama y le entregó la carta. La mujer la leyó, llamó a su hija y le enseñó la carta, que decía: ‘Mujer: En cuanto recibas esta carta, prepara todo para casar al día siguiente a Anastasia con el dador de ésta; y cuida de no faltar en cumplir lo que te digo, porque tal es mi voluntad.’
Los ricos, como de todo tienen en su casa en abundancia, organizan rápidamente fiestas cuando les parece; así que inmediatamente vistieron a Basilio con un riquísimo vestido y le presentaron a Anastasia, que se enamoró en seguida de él; al día siguiente fueron a la iglesia, se casaron y celebraron la boda con un gran banquete.
Después de transcurrido algún tiempo, una mañana avisaron a la mujer de Marco el Rico que llegaba su marido, y ella salió acompañada de su hija y su yerno al embarcadero para recibirlo. Marco, al ver vivo a Basilio el Desgraciado y casado con su hija, se enfureció y dijo a su mujer:
— ¿Cómo te has atrevido a casar a nuestra hija con este hombre?
— No he hecho más que obedecer las órdenes que me diste — contestó la mujer, enseñándole la carta.
Marco se aseguró de que estaba escrita por su propia mano, calló y no dijo más.
Pasaron así tres meses, y el comerciante llamó a su yerno y le dijo:
— Tienes que ir allá lejos, muy lejos, a mil leguas de aquí, donde vive el Rey Serpiente, a cobrarle la renta que me debe por doce años, y entérate de camino qué suerte tuvieron doce navíos míos que hace ya tres años que han desaparecido; mañana mismo al amanecer te pondrás en camino.

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