viernes, 15 de febrero de 2019

¡ Música, Maestro ! Entrevista - Parte 2


En este contexto, nos ha impresionado mucho su observación de que el tono furtwängleriano sigue aún presente como fluido entre los componentes de la Filarmónica de Berlín. ¡Y eso tras más de medio siglo!

La relación entre Furtwängler y los filarmónicos era de tal intimidad, que no podía distinguirse qué les había dado él a ellos y qué ellos a él. El tono era tan característico de él como de los filarmónicos. La prueba es que en las grabaciones suyas con otras orquestas consigue producir un sonido parecido, pero no idéntico. El particular sonido seguirá presente mientras impere en una orquesta el espíritu que dice: nosotros hacemos las cosas así, y no de otra manera. Con Beethoven se pone un acento así, y así no. 

Eso es lo que distingue a una orquesta de otra, lo que la hace inconfundible y lo que, luego, puede transmitirse por generaciones. Cuando los músicos pierden esa disposición, porque quieren ser más flexibles, abiertos a otras cosas, y dicen: podemos hacerlo así, o podemos hacerlo también asá; entonces entra de repente el virtuosismo en juego. Creen poder tocar de todas las maneras. Eso es maravilloso, pero significa también que han dejado de tener opinión propia, punto de vista propio.

Es el peligro del modo de hacer música de nuestros días. Vivimos en una sociedad en la que la persona está obligada a dejar de pensar. En una dictadura o en un régimen totalitario, todo el mundo sabe lo que puede y lo que no puede hacer, lo que está permitido, y lo que no. Si hace lo que no está permitido, va a la cárcel. No es así en una democracia. Todo el mundo puede hacer lo que quiera. Pero la democracia, tal como se practica hoy, me llena de preocupación, porque la political correctness invita seductoramente a las personas a no pensar. Pueden hacer todo lo que quieran. Cualquiera puede plantarse ante la Casa Blanca y decir: el Presidente de los EEUU es un completo oligofrénico. Nada le pasará. Pero eso es una coartada que se busca esta democracia para que las personas no piensen. Mas en la música de lo que se trata es de liberar al pensamiento. Ocurre que cada vez tenemos menos coraje, porque nos inundan con prescripciones  e informaciones. Eso lo pude ver con mis hijos, cuando iban a la escuela, comparando con mis tiempos de escolar. Tenía la impresión de que en la escuela no los educaban, sino que se limitaban a informarlos, que es muy distinto. Con los músicos de orquesta pasa lo mismo. 

Usted exige que una orquesta de hoy sea políglota. Cada orquesta tiene su sonido nacional alemán o francés, y tiene que aprenderlo.

No es necesario ser alemán para producir sonido alemán. Yo no tengo el menor problema con la actitud imperante en la Alemania de los años veinte, cuando se hablaba de arte alemán, de sonido alemán, etc. Lo fascista es que se afirme que sólo un alemán puede sentirlo. Por eso es peligroso decir que la elección está hoy entre el mantenimiento del tono nacional o la indiferencia. Eso reduce la cuestión, en vez de ensancharla. Ensanchar significa: tú eres francés, por eso tienes que ser curioso y querer entender lo que es distinto en alemanes o italianos.

El problema del lenguaje, ¿se le presenta también a la música actual? ¿Habla Boulez otro lenguaje por ser francés?
No porque sea francés, pero acaso eso cuente también. Yo encuentro en Boulez rasgos de lenguaje muy distintos de los que hallo en Birtwhistle o en Wolfgang Rihm.
Hasta comienzos del siglo XX, eso podía oírse. Pero ¿también ocurre eso en la música actual? En la electrónica, por ejemplo.

No lo sé; eso tiene que ver con el contenido de la música. Beethoven no era sólo alemán; era universal. Debussy también. Se puede ser universal, y al propio tiempo, distinto. No todas las personas universales son iguales.


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