Manufactura actual de la cuerda
de tripa
Cómo elegirla y reconocer su calidad
Por Daniela Gaidano
Cómo elegirla y reconocer su calidad
Por Daniela Gaidano
Mucho se ha estudiado y
escrito sobre los procedimientos de manufactura históricos de las cuerdas de
tripa, pero en realidad poco se ha dicho sobre las tecnologías que en ellas hoy
se emplean. Con demasiada frecuencia, cuando nos acercamos al historicismo lo
hacemos como hombres del siglo XXI, condicionados por nuestras costumbres y en
la necesidad de certezas y precisiones. Pero utilizar nuestro parámetro nos
lleva a errores importantes en la evaluación y en la elección de las cuerdas,
buscando, en buena fe, características irrelevantes desde el punto de vista de
su calidad y olvidando otras mucho más importantes. La tecnología de las cuerdas
se ha movido a través de los siglos hacia la modernidad, hacia nuevos cánones
estéticos y comerciales. Cuando los músicos, hace unos cincuenta años,
empezaron a buscar sus orígenes, aún no se habían arrinconado del todo las
estrategias modernas, sino que, de hecho, se ha buscado un compromiso con el
sentido práctico, tanto por parte de de los intérpretes como por parte de los
constructores de cuerdas.
Hoy la tripa ya no se sumerge en
el aceite de tártaro ni se vende en fajos de treinta cuerdas de dos metros de
largo, en el interior de una vejiga de cerdo llena de aceite de oliva. ¿Esto
influye en el sonido? Quizás. Hoy disponemos de materiales super-lisos y
calibrados hasta el milésimo de milímetro, y así estamos inducidos a buscar la
misma calidad tanto en la tripa desnuda como en las cuerdas recubiertas de
metal. ¿Esto influye en el sonido? Seguramente. Entonces es necesario saber
distinguir entre comodidad y exceso tecnológico: si a nadie le ocurriría querer
imponer a una orquesta barroca de hoy una gira en carroza en nombre del
historicismo, ¿por qué querer eliminar los procedimientos químicos o las
máquinas que solo influyen en reducir los tiempos de elaboración de las
cuerdas? De la misma manera, ¿tiene sentido frotar con un arco histórico una
cuerda inventada en 1950? Puede ser una consciente elección de compromiso, pero
también una inconsciente demostración de poca profundización. De todas formas,
lo que cuenta sobre todo es la búsqueda apasionada y constante de un resultado,
ideal estético (el sonido) o mecánico (la cuerda) de los que solo tenemos
descripciones escritas o iconográficas.
La primera diferencia entre el
constructor de cuerdas moderno y el antiguo se encuentra ya en el inicio del
proceso: antes, su taller se encontraba alejado del pueblo, a menudo cerca de
un matadero y de un canal o riachuelo, ya que el cordelero comenzaba a trabajar
sobre los intestinos desde el momento de la matanza. Se ocupaba de vaciarlos,
lavarlos en el río y de separar la parte útil de las otras membranas y de las
partes grasas, en primer lugar ablandándolos por medio de baños alcalinos
en los que se aumentaba progresivamente la concentración, y más tarde a
través de un frotamiento mecánico con caña palustre. Los baños alcalinos
estaban constituidos por potasa vegetal (también llamada aceite de tártaro, es
decir, cenizas de restos del prensado de uva diluidos en agua), actualmente
sustituida por sales alcalinas puras, como el carbonato de sodio. Su función
es facilitar la separación de las otras membranas y de las impurezas,
pero la potasa vegetal tenía también otro efecto secundario, un efecto
suavizante: de hecho estaba también aconsejada para suavizar la piel (J.Dowland
la aconseja para las yemas de los laudistas). No se ha investigado
suficientemente si el hecho de que hoy sea tan problemático conseguir de la
tripa las torsiones que en el pasado eran usuales, se deba a la sustitución de
la potasa por el carbonato de sodio: por otro lado, esta fase de la elaboración
no incumbe casi al cordelero, sino a una específica figura profesional. En el
último baño se podía añadir un poco de alumbre de roca, que con su propiedad
astringente, endurecía ligeramente la tripa para aumentar su resistencia a la
tensión .
Una vez lavada y
desengrasada, la tripa se cortaba en dos tiras o bien se dejaba entero previo
corte único lateral. Después de haber seleccionado, unido y retorcido los
intestinos, y de haber tendido en el telar las futuras cuerdas obtenidas, el
telar completo se sometía, en un lugar apropiado, a una acción de
blanqueado a través de una exposición a vapores de anhídrido sulfuroso
durante un período que podía llegar a ocho días, durante el cual las cuerdas
eran sulfuradas, después ventiladas, nuevamente retorcidas, de nuevo sulfuradas
y así sucesivamente. El cordelero seguía, por tanto, la elaboración hasta la
confección de la cuerda en tripa desnuda, mientras su eventual revestimiento de
hilo metálico correspondía al luthier o al propio músico, así como la elección
de las tensiones y calibres más apropiados.
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