jueves, 29 de diciembre de 2016
martes, 20 de diciembre de 2016
sábado, 10 de diciembre de 2016
Bendición - Parte 5
¡Y me embriagaré de nardo, de incienso, de mirra,
De genuflexiones, de viandas y de vinos,
Para saber si yo puedo de un corazón que me admira
Usurpar riendo los homenajes divinos!
De genuflexiones, de viandas y de vinos,
Para saber si yo puedo de un corazón que me admira
Usurpar riendo los homenajes divinos!
Y, cuando me hastíe de estas farsas impías,
Posaré sobre él mi frágil y fuerte mano;
Y mis uñas, parecidas a garras de arpías,
Sabrán hasta su corazón abrirse un camino.
Posaré sobre él mi frágil y fuerte mano;
Y mis uñas, parecidas a garras de arpías,
Sabrán hasta su corazón abrirse un camino.
Como un pájaro muy joven que tiembla y que palpita,
Yo arrancaré ese corazón enrojecido de su seno,
Y, para saciar mi bestia favorita,
Yo se lo arrojaré al suelo con desdén!”
Yo arrancaré ese corazón enrojecido de su seno,
Y, para saciar mi bestia favorita,
Yo se lo arrojaré al suelo con desdén!”
Hacia el Cielo, donde su mirada alcanza un trono espléndido,
El Poeta sereno eleva sus brazos piadosos,
Y los amplios destellos de su espíritu lúcido
Le ocultan el aspecto de los pueblos furiosos:
El Poeta sereno eleva sus brazos piadosos,
Y los amplios destellos de su espíritu lúcido
Le ocultan el aspecto de los pueblos furiosos:
-“Bendito seas, mi Dios, que dais el sufrimiento
Como divino remedio a nuestras impurezas
Y cual la mejor y la más pura esencia
Que prepara los fuertes para las santas voluptuosidades!
Como divino remedio a nuestras impurezas
Y cual la mejor y la más pura esencia
Que prepara los fuertes para las santas voluptuosidades!
Yo sé que reservarás un lugar para el Poeta
En las filas bienaventuradas de las Santas Legiones,
Y que lo invitarás para la eterna fiesta
De los Tronos, de las Virtudes, de las Dominaciones.
En las filas bienaventuradas de las Santas Legiones,
Y que lo invitarás para la eterna fiesta
De los Tronos, de las Virtudes, de las Dominaciones.
Yo sé que el dolor es la nobleza única
Donde no morderán jamás la tierra y los infiernos,
Y que es menester para trenzar mi corona mística
Imponer todos los tiempos y todos los universos.
Donde no morderán jamás la tierra y los infiernos,
Y que es menester para trenzar mi corona mística
Imponer todos los tiempos y todos los universos.
Pero las joyas perdidas de la antigua Palmira,
Los metales desconocidos, las perlas del mar,
Por vuestra mano engastados, no serían suficientes
Para esa hermosa Diadema resplandeciente y diáfana;
Los metales desconocidos, las perlas del mar,
Por vuestra mano engastados, no serían suficientes
Para esa hermosa Diadema resplandeciente y diáfana;
Porque no será hecho más que de pura luz,
Tomada en el hogar santo de los rayos primitivos,
Y del que los ojos mortales, en su esplendor entero,
No son sino espejos oscurecidos y dolientes!”
Tomada en el hogar santo de los rayos primitivos,
Y del que los ojos mortales, en su esplendor entero,
No son sino espejos oscurecidos y dolientes!”
Charles Baudelaire
http://ciudadseva.com/texto/bendicion-2/
jueves, 8 de diciembre de 2016
Bendición - Parte 4
En que mi vientre concibió mi expiación!
Puesto que tú me has escogido entre todas las mujeres
Para ser el asco de mi triste marido,
Y como yo no puedo arrojar a las llamas,
Como una esquela de amor, este monstruo esmirriado,
Para ser el asco de mi triste marido,
Y como yo no puedo arrojar a las llamas,
Como una esquela de amor, este monstruo esmirriado,
¡Yo haré rebotar tu odio que me agobia
Sobre el instrumento maldito de tus perversidades,
Y he de retorcer tan bien este árbol miserable,
Que no podrán retoñar sus brotes apestados!”
Sobre el instrumento maldito de tus perversidades,
Y he de retorcer tan bien este árbol miserable,
Que no podrán retoñar sus brotes apestados!”
Ella vuelve a tragar la espuma de su odio,
Y, no comprendiendo los designios eternos,
Ella misma prepara en el fondo de la Gehena
Las hogueras consagradas a los crímenes maternos.
Y, no comprendiendo los designios eternos,
Ella misma prepara en el fondo de la Gehena
Las hogueras consagradas a los crímenes maternos.
Sin embargo, bajo la tutela invisible de un Ángel,
El Niño desheredado se embriaga de sol,
Y en todo cuanto bebe y en todo cuanto come,
Encuentra la ambrosía y el néctar bermejo.
El Niño desheredado se embriaga de sol,
Y en todo cuanto bebe y en todo cuanto come,
Encuentra la ambrosía y el néctar bermejo.
El juega con el viento, conversa con la nube,
Y se embriaga cantando el camino de la cruz;
Y el Espíritu que le sigue en su peregrinaje
Llora al verle alegre cual pájaro de los bosques.
Y se embriaga cantando el camino de la cruz;
Y el Espíritu que le sigue en su peregrinaje
Llora al verle alegre cual pájaro de los bosques.
Todos aquellos que él quiere lo observan con temor,
O bien, enardeciéndose con su tranquilidad,
Buscan al que sabrá arrancarle una queja,
Y hacen sobre El el ensayo de su ferocidad.
O bien, enardeciéndose con su tranquilidad,
Buscan al que sabrá arrancarle una queja,
Y hacen sobre El el ensayo de su ferocidad.
En el pan y el vino destinados a su boca
Mezclan la ceniza con los impuros escupitajos;
Con hipocresía arrojan lo que él toca,
Y se acusan de haber puesto sus pies sobre sus pasos.
Mezclan la ceniza con los impuros escupitajos;
Con hipocresía arrojan lo que él toca,
Y se acusan de haber puesto sus pies sobre sus pasos.
Su mujer va clamando en las plazas públicas:
“Puesto que él me encuentra bastante bella para adorarme,
Yo desempeñaré el cometido de los ídolos antiguos,
Y como ellos yo quiero hacerme redorar;
“Puesto que él me encuentra bastante bella para adorarme,
Yo desempeñaré el cometido de los ídolos antiguos,
Y como ellos yo quiero hacerme redorar;
Bendición - Parte 3
Le ocultan el aspecto de los pueblos furiosos:
-“Bendito seas, mi Dios, que dais el sufrimiento
Como divino remedio a nuestras impurezas
Y cual la mejor y la más pura esencia
Que prepara los fuertes para las santas voluptuosidades!
Como divino remedio a nuestras impurezas
Y cual la mejor y la más pura esencia
Que prepara los fuertes para las santas voluptuosidades!
Yo sé que reservarás un lugar para el Poeta
En las filas bienaventuradas de las Santas Legiones,
Y que lo invitarás para la eterna fiesta
De los Tronos, de las Virtudes, de las Dominaciones.
En las filas bienaventuradas de las Santas Legiones,
Y que lo invitarás para la eterna fiesta
De los Tronos, de las Virtudes, de las Dominaciones.
Yo sé que el dolor es la nobleza única
Donde no morderán jamás la tierra y los infiernos,
Y que es menester para trenzar mi corona mística
Imponer todos los tiempos y todos los universos.
Donde no morderán jamás la tierra y los infiernos,
Y que es menester para trenzar mi corona mística
Imponer todos los tiempos y todos los universos.
Pero las joyas perdidas de la antigua Palmira,
Los metales desconocidos, las perlas del mar,
Por vuestra mano engastados, no serían suficientes
Para esa hermosa Diadema resplandeciente y diáfana;
Los metales desconocidos, las perlas del mar,
Por vuestra mano engastados, no serían suficientes
Para esa hermosa Diadema resplandeciente y diáfana;
Porque no será hecho más que de pura luz,
Tomada en el hogar santo de los rayos primitivos,
Y del que los ojos mortales, en su esplendor entero,
No son sino espejos oscurecidos y dolientes!”
Tomada en el hogar santo de los rayos primitivos,
Y del que los ojos mortales, en su esplendor entero,
No son sino espejos oscurecidos y dolientes!”
Cuando, por un decreto de las potencias supremas,
El Poeta aparece en este mundo hastiado,
Su madre espantada y llena de blasfemias
Crispa sus puños hacia Dios, que de ella se apiada:
El Poeta aparece en este mundo hastiado,
Su madre espantada y llena de blasfemias
Crispa sus puños hacia Dios, que de ella se apiada:
-“¡Ah! ¡no haber parido todo un nudo de víboras,
Antes que amamantar esta irrisión!
¡Maldita sea la noche de placeres efímeros
Antes que amamantar esta irrisión!
¡Maldita sea la noche de placeres efímeros
miércoles, 7 de diciembre de 2016
Bendición - Parte 2
En el pan y el vino destinados a su boca
Mezclan la ceniza con los impuros escupitajos;
Con hipocresía arrojan lo que él toca,
Y se acusan de haber puesto sus pies sobre sus pasos.
Mezclan la ceniza con los impuros escupitajos;
Con hipocresía arrojan lo que él toca,
Y se acusan de haber puesto sus pies sobre sus pasos.
Su mujer va clamando en las plazas públicas:
“Puesto que él me encuentra bastante bella para adorarme,
“Puesto que él me encuentra bastante bella para adorarme,
Yo desempeñaré el cometido de los ídolos antiguos,
Y como ellos yo quiero hacerme redorar;
Y como ellos yo quiero hacerme redorar;
¡Y me embriagaré de nardo, de incienso, de mirra,
De genuflexiones, de viandas y de vinos,
Para saber si yo puedo de un corazón que me admira
Usurpar riendo los homenajes divinos!
De genuflexiones, de viandas y de vinos,
Para saber si yo puedo de un corazón que me admira
Usurpar riendo los homenajes divinos!
Y, cuando me hastíe de estas farsas impías,
Posaré sobre él mi frágil y fuerte mano;
Y mis uñas, parecidas a garras de arpías,
Sabrán hasta su corazón abrirse un camino.
Posaré sobre él mi frágil y fuerte mano;
Y mis uñas, parecidas a garras de arpías,
Sabrán hasta su corazón abrirse un camino.
Como un pájaro muy joven que tiembla y que palpita,
Yo arrancaré ese corazón enrojecido de su seno,
Y, para saciar mi bestia favorita,
Yo se lo arrojaré al suelo con desdén!”
Yo arrancaré ese corazón enrojecido de su seno,
Y, para saciar mi bestia favorita,
Yo se lo arrojaré al suelo con desdén!”
Hacia el Cielo, donde su mirada alcanza un trono espléndido,
El Poeta sereno eleva sus brazos piadosos,
Y los amplios destellos de su espíritu lúcido
El Poeta sereno eleva sus brazos piadosos,
Y los amplios destellos de su espíritu lúcido
martes, 6 de diciembre de 2016
Bendición - Parte 1
Cuando, por un decreto de las potencias supremas,
El Poeta aparece en este mundo hastiado,
Su madre espantada y llena de blasfemias
Crispa sus puños hacia Dios, que de ella se apiada:
Su madre espantada y llena de blasfemias
Crispa sus puños hacia Dios, que de ella se apiada:
-“¡Ah! ¡no haber parido todo un nudo de víboras,
Antes que amamantar esta irrisión!
¡Maldita sea la noche de placeres efímeros
En que mi vientre concibió mi expiación!
Antes que amamantar esta irrisión!
¡Maldita sea la noche de placeres efímeros
En que mi vientre concibió mi expiación!
Puesto que tú me has escogido entre todas las mujeres
Para ser el asco de mi triste marido,
Y como yo no puedo arrojar a las llamas,
Como una esquela de amor, este monstruo esmirriado,
Para ser el asco de mi triste marido,
Y como yo no puedo arrojar a las llamas,
Como una esquela de amor, este monstruo esmirriado,
¡Yo haré rebotar tu odio que me agobia
Sobre el instrumento maldito de tus perversidades,
Y he de retorcer tan bien este árbol miserable,
Que no podrán retoñar sus brotes apestados!”
Sobre el instrumento maldito de tus perversidades,
Y he de retorcer tan bien este árbol miserable,
Que no podrán retoñar sus brotes apestados!”
Ella vuelve a tragar la espuma de su odio,
Y, no comprendiendo los designios eternos,
Ella misma prepara en el fondo de la Gehena
Las hogueras consagradas a los crímenes maternos.
Y, no comprendiendo los designios eternos,
Ella misma prepara en el fondo de la Gehena
Las hogueras consagradas a los crímenes maternos.
Sin embargo, bajo la tutela invisible de un Ángel,
El Niño desheredado se embriaga de sol,
Y en todo cuanto bebe y en todo cuanto come,
Encuentra la ambrosía y el néctar bermejo.
El Niño desheredado se embriaga de sol,
Y en todo cuanto bebe y en todo cuanto come,
Encuentra la ambrosía y el néctar bermejo.
El juega con el viento, conversa con la nube,
Y se embriaga cantando el camino de la cruz;
Y el Espíritu que le sigue en su peregrinaje
Llora al verle alegre cual pájaro de los bosques.
Y se embriaga cantando el camino de la cruz;
Y el Espíritu que le sigue en su peregrinaje
Llora al verle alegre cual pájaro de los bosques.
Todos aquellos que él quiere lo observan con temor,
O bien, enardeciéndose con su tranquilidad,
Buscan al que sabrá arrancarle una queja,
Y hacen sobre El el ensayo de su ferocidad.
O bien, enardeciéndose con su tranquilidad,
Buscan al que sabrá arrancarle una queja,
Y hacen sobre El el ensayo de su ferocidad.
lunes, 5 de diciembre de 2016
martes, 22 de noviembre de 2016
miércoles, 5 de octubre de 2016
viernes, 9 de septiembre de 2016
lunes, 5 de septiembre de 2016
domingo, 4 de septiembre de 2016
Lo que hay detrás del sonido para cine
"Poner sonidos para una película es un hecho técnico;
crear el diseño de sonido de un film es un hecho artístico de otro nivel”
— Miguel Pérez (teórico y montajista)
A la hora de imaginar, construir y soportar la dinámica
narrativa que se da en una película, el sonido cumple un rol fundamental.
Sin embargo, a la hora de hablar sobre la creación de la denominada banda
sonora o pista sonora de una película son muchos los roles que se ven
envueltos, diversas las respectivas tareas y de muchos estilos los procesos
desarrollados.
Consciente de ello, el diseñador de sonido y compositor Alan
Senderowitsch emprendió en la Universidad Nacional de Lanus en
Argentina una tarea que puede iluminar a muchos en este proceso de
comprender los roles del sonido en la película, pero igualmente los roles
presentes dentro del sonido mismo, se trata de la creación de un documental con
entrevistas a diferentes profesionales del sector del cine en Argentina,
quienes en una ordenada y clara argumentación van desglosando paso por paso los
procesos de lo sonoro en el cine, yendo desde compositores hasta productores,
pasando por diseñadores sonoros, ingenieros de mezcla, y teóricos de lo
audiovisual.
Parten de las nociones del diseñador de sonido en torno a los
efectos, la narrativa y la generación de sentido, para pasar a dialogar sobre
interesantes cuestiones como la relación de los diseñadores sonoros con el
director, el intercambio entre música y diseño sonoro, el doblaje, sonido
directo o la mezcla.
Además de interesantes discusiones en torno a las
posibilidades del sonido en el cine, la crítica a los procesos donde no se
tiene en cuenta lo sonoro y la reflexión permanente sobre la función del sonido
en el cine, en el documental se van exponiendo varios ejemplos de
películas de diversos estilos, yendo desde títulos de Hollywood como La Guerra
de las Galaxias y Salvando al Soldado Ryan hasta obras de cine argentino como
La Ciénaga o El Secreto de sus Ojos, además relatando experiencias personales,
hablando de sonidos favoritos o recordando proyectos memorables.
En una bien hilada cadena de observaciones,
explicaciones y afirmaciones que se extienden libremente entre lo teórico y lo
personal, el documental constituye un punto de partida muy completo para
cualquiera en busca de una exposición concisa de los procesos del sonido en el
cine, pero además sirve como fuente de gran inspiración para cualquier
profesional en el medio, no solo porque recuerda muchos asuntos sino porque
además se abren cuestiones que pueden enriquecer la carrera personal de la mano
de la vasta experiencia de varios de los interlocutores.
Además no cabe agregar que en el documental se tratan
temas que podrían ser de gran utilidad para todos aquellos que no se dedican al
sonido para cine pero están involucrados en el medio, dado que durante los más
de cincuenta minutos de entrevistas se manifiestan perspectivas importantes
respecto a la relación del sonido con otros aspectos del contrato audiovisual,
la importancia de tener en cuenta al sonido en fases tempranas de la película,
la idea de la imitación e imaginación de la realidad o la forma como puede
haber una influencia bidireccional entre las diferentes decisiones creativas de
lo sonoro con respecto a otros aspectos, los cuales en conjunto son los responsables
del arte de crear mundos en el cine.
miércoles, 24 de agosto de 2016
Vangelis - 1492: Conquest of Paradise
01 Opening 00:00
02 Conquest of Paradise 01:22
03 Monastery of la Rabida 06:04
04 City of Isabel 09:48
05 Light and Shadow 12:01
06 Deliverance 15:51
07 West Across the Ocean Sea 19:20
08 Eternity 22:13
09 Hispanola 24:16
10 Moxica and the Horse 29:10
11 Twenty Eighth Parallel 36:18
12 Pinta, Nina, Santa Maria (Into Enternity) 41:29
martes, 16 de agosto de 2016
Django Reinhardt, la leyenda - Parte 3
Por la misma época, a principio de los años 30, Reinhardt
entró en contacto con el jazz americano: en un mercadillo originario de Nueva
Orleáns encontró el disco de Louis Armstrong "Dallas Blues", y el
flechazo fue inmediato. Descubrió una nueva música que era ideal para él, un
guitarrista que suplía el analfabetismo musical con la capacidad
improvisatoria, que ejecutaba desde la completa heterodoxia con su mano deforme
y que necesitaba un género suficientemente flexible para poder introducir en él
los matices musicales de sus raíces gitanas.El jazz era perfecto para él, y él
lo hizo enorme.
Se lanzó de lleno, incluso componiendo (con ayuda de otros)
y el éxito llegó rápidamente. En 1934 funda el "Quintet of the Hot Club of
France", un grupo formado por dos guitarras rítmicas, además de la
solista, contrabajo y violín -el de su amigo y media naranja musical Stéphane
Grappelli-. Se multiplican las actuaciones y las grabaciones, comienzan las
giras internacionales, y en pocos años a Reinhardt se le reconoce, con su
estilo personal y transparente de tocar la guitarra, como un revolucionario del
jazz y del swing y como el primer músico originario de Europa comparable a los
grandes artistas estadounidenses en ese género.
El sueño terminaría en 1939. La segunda Guerra Mundial se
desata estando el grupo de gira en Inglaterra y lo desmembra, pues parte de los
artistas regresan a Francia mientras otros deciden quedarse. Reinhardt vuelve a
París, donde será testigo de la atroz persecución nazi contra su pueblo,
el gitano, los asesinatos y las deportaciones, un horror del que a él lo
sustrajo su fama; no lo tocaron, y eso a pesar de que su música llegó a ser uno
de los símbolos culturales de la Resistencia contra la ocupación parisina.
En 1946, finalizada la guerra, Reinhardt y Grappelli se
reencuentran y vuelven a tocar juntos. El guitarrista comienza a tocar también la
guitarra eléctrica y a incorporarla cada vez más en sus composiciones, y con
ella dará el salto a Estados Unidos, donde participó como solista en una
gira con Duke Ellington, que sin embargo no tuvo demasiado éxito.
A su vuelta a Francia, en 1951, se retiró y se fue a vivir
con su mujer y sus dos hijos a un pequeño pueblo a 70 kilómetros de
París. Dos años después, en 1953, Django Reinhardt fallecía a la edad de 43
años, a causa de un derrame cerebral cuando volvía de pasar un día de pesca.
Marta Hernández
lunes, 15 de agosto de 2016
Django Reinhardt, la leyenda - Parte 1
Sin ser capaz de leer ni escribir una sola nota en toda su
vida fue uno de los mejores guitarristas de la historia y un referente con
proyección internacional.
A pesar de su origen paupérrimo, de su analfabetismo,
su minusvalía y su carencia total tanto de disciplina como de ambición, Django
Reinhardt (1910 - 1953) fue un creador alegre, un revolucionario, jugador y
juerguista que tenía un don para ser un músico extraordinario, pero
también para la vida, para disfrutarla y aprovecharse de ella.
Django Reinhardt nació al aire libre, en el seno de una
familia gitana de la etnia sinti, cerca de la población belga de Liverchies.
Vivió una vida nómada hasta que en 1918 la familia se asienta definitivamente
en un campamento a las afueras de París. Embarcado desde muy niño en
actuaciones callejeras, aprendió a tocar de forma autodidacta a los 12
años, copiando la digitación de los músicos que podía observar en la calle,
después de que un vecino respondiera a su interés por la música regalándole un
banjo.
Django Reinhardt, la leyenda - Parte 2
Muchísimo antes que a leer y a escribir, y sin estudiar
nunca solfeo, antes de cumplir los 13 años ya tocaba su banjo en salones
parisinos asombrando por su habilidad y por su alegría, heredera de la
tradición musical gitana del este europeo, con la que impregnaría
sus compases y crearía un estilo personalísimo y genial, el "gipsy
jazz". Aunque eso sería más adelante, en el resurgir del artista tras un
penoso accidente.
En 1928 Django Reinhardt había prosperado y había podido
acceder a vivir en una caravana con su esposa, que trabajaba fabricando flores
artificiales de celuloide que después vendía en un mercadillo. Una madrugada
Reinhardt llegó a casa tras una actuación y prendió accidentalmente
con una vela este material altamente inflamable, desatándose un incendio a
causa del cual sufrió severas quemaduras en la mano izquierda y toda la parte
derecha de su cuerpo.
La pierna derecha la salvó solo porque se negó a que se
la amputaran y tras dieciocho meses de convalencencia en el hospital,
pero además perdió para siempre la movilidad de los dedos anular y meñique
de la mano izquierda, que al abrasarse los tendones habían quedado contraídos
hacia la palma de la mano.
Y sin embargo Reinhardt salió del hospital siendo aún más
grande. Se lo debería a su pasión, pero también a su hermano, que durante la
convalecencia le regaló una guitarra, la Selmer-Maccaferri por la que
abandonaría para siempre el banjo. Y también a su ingenio: como hiciera dos
siglos antes Schumann,
tuvo que inventar para poder seguir tocando una técnica de digitación acorde a
su merma física, que le permitía usar de la mano izquierda sólo los dedos
índice y medio. Así nace un estilo completamente único que sería su sello de
identidad, y con el que rompería todos los esquemas por el virtuosismo que le
permitió desarrollar.
jueves, 11 de agosto de 2016
miércoles, 10 de agosto de 2016
lunes, 8 de agosto de 2016
AL ESTE DEL SOL Y AL OESTE DE LA LUNA - Parte 4
Partieron, y volando a
increíble altura llegaron a presencia del Viento Sur, quien tampoco conocía el
camino que lleva al castillo que está al este del Sol y al oeste de la Luna.
Siguieron, pues, volando
hasta la guarida del Viento Norte.
Era éste el más poderoso
de los cuatro vientos, y sobrecogió a la niña su terrible aspecto.
Tratando de suavizar el
rugido de su voz, dijo a Ingrid:
- Sé dónde queda ese
país, y si la idea de viajar conmigo no os desagrada demasiado, trataré de
llevaros a tan remotos lugares.
Como la marcha será
larga, es prudente pasar la noche en mi cueva; partiremos mañana temprano.
Era ésta otra prueba
cruel para la niña, pero su amor le dio valor, y aceptó agradecida cuanto
propuso el Viento Norte.
A la mañana siguiente,
cuando al esfumarse la neblina dejó ver las copas de los árboles y el lejano
contorno del mar, el Viento Norte despertó a la joven; luego, tomando aliento,
se agitó y se infló tanto, que rápidamente adquirió un cuerpo monstruoso, cuya
sombra cubría todo el país.
Por último, el terrible
Boreal levantó a Ingrid en sus alas, y juntos partieron a vertiginosa
velocidad.
A veces el Viento Norte
daba un fortísimo envión, y con la soberana majestad del águila se perdía en el
cenit; pero otras, como pato herido, se inclinaba hasta tocar las aguas.
Por fin, a fuerza de
saltos sobre reinos y zancadas sobre el océano, presintieron que se acercaban
al ansiado lugar.
El Viento Norte conoció,
por algunas algas gigantes que boyaban sobre las aguas, que la tierra estaba
próxima; hizo un último y poderoso esfuerzo, y segundos después depositó a la
niña en la dorada arena de la playa, frente mismo al castillo que queda al este
del Sol y al oeste de la Luna.
Deshecha de fatiga, se
durmió Ingrid con profundo sueño, para despertar en el gran día.
Apuntaba el alba cuando,
al abrir los ojos, vio que el Viento Norte había desaparecido.
Una inmensa calma había
sucedido a la borrasca; aparecía un sol esplendoroso y miles de pájaros
revoloteaban sobre el mar.
La joven se sintió tan
alegre y reconfortada, que se puso a jugar con la manzana de oro.
Al instante se abrió una
ventana del castillo, por donde apareció la cabeza de una fea princesa de nariz
muy larga.
En cuanto vio la manzana
de oro, deseó poseerla, y le preguntó:
- Niña, ¿queréis
venderme esa manzana de oro?
- ¡No se vende, ni por
oro ni por plata! - contestó astutamente Ingrid.
- Pues - entonces, ¿cuál
es su precio? - insistió la Princesa.
- Señora mía, os daré mi
manzana al salir de este castillo si me permitís pasar la noche y ver al
Príncipe que mora en él.
Refunfuño la Princesa;
pero, como su deseo era vehemente, asintió:
- Aceptado. ¡Entrad!
La puerta se abrió de
par en par e Ingrid penetró en el maravilloso recinto.
En uno de los salones
encontró al Príncipe, profundamente dormido.
- Os dejo - dijo la
Princesa, sonriendo con malevolencia al notar el desconsuelo de la niña.
Una vez sola; trató
Ingrid de despertar al Príncipe de su largo y pesado sueño.
Bañada en lágrimas,
desconcertada, se puso a jugar la niña con la manzana de oro, recordando al
hada bondadosa que se la diera.
Entonces, como
respondiendo a una señal, tembló al castillo entero, crujieron sus maderas,
retumbó un trueno, el encanto quedó roto y el Príncipe abrió los ojos asombrado
y feliz.
- Querida niña - dijo a
Ingrid - , el camino de la ilusión sólo lo encuentran los que saben ser fieles
y valientes. Ahora, gracias a ti nada se opone a nuestra dicha.
Abandonaron el castillo,
donde el Príncipe había sufrido tanto y donde sólo pudo escapar en forma de
oso, y se fueron a vivir lejos, muy lejos, a un país verde y bello, donde
encontraron una casa de madera de todos colores, que era la de los padres de Ingrid.
domingo, 7 de agosto de 2016
AL ESTE DEL SOL Y AL OESTE DE LA LUNA - Parte 3
La joven, sorprendida y
emocionada, se acercó tanto que el joven se despertó, y con voz lastimera dijo:
- ¿Qué habéis hecho,
niña imprudente?
¡Ahora, por vuestra
impaciencia, seremos desgraciados los dos!
Sabed, pues, que una
perversa princesa muy poderosa me ha encantado.
Por eso soy de día un
oso y un hombre por las noches.
Había conseguido poder
cuidaros hasta que se cumpliera mi destino y fuera dueño de casarme, pero ahora
todo ha terminado entre nosotros. Debo abandonaros y reunirme con la fea
princesa de nariz larga que vive en un castillo situado al este del Sol y al
oeste de la Luna, castillo más inaccesible aún que éste.
Ingrid lloró y gimió,
pero en vano.
El destino inexorable
debía cumplirse.
Al otro día, cuando
despertó, el Príncipe y su palacio habían desaparecido.
La luz del sol apenas
llegaba a ella, y notó que se encontraba en medio de un bosque tupido y
obscuro. El hatillo que trajera de casa de su padre se encontraba a su lado.
Creyéndose víctima de un
mal sueño, la niña se frotó los ojos.
Luego, ante la triste
realidad, lloró largo rato; pero el deseo de encontrar al Príncipe le dio
fuerzas, y animosamente se puso en marcha.
Caminó días y días,
cruzando sombríos parajes, hasta que en uno más feo y triste que los otros
vieron a una extraña anciana que, sentada en una roca, jugaba con una manzana
de oro que tenía en las manos.
Se acercó a ella la
niña, y después de saludarla le preguntó tímidamente si conocía el camino que
conducía al castillo que ésta al este del Sol y al oeste de la Luna.
- No - respondió la
vieja, que a todas luces era una hechicera -. ¡Nadie la sabe! Pronto, tarde o
nunca encontraréis el camino de la ilusión. - Luego, conmovida, al parecer, por
la inocencia de la niña, agregó - : Si queréis, os puedo prestar mi caballo,
que os llevará a ver al Viento Este.
Quizá él os dé las señas
que buscáis. Únicamente os pido que cuando lleguéis a destino, deis al caballo
un golpecito bajo la oreja izquierda, con una varita de avellano; sólo
encontrará el camino de vuelta. Además, como me gustáis, os regalo esta manzana
de oro, que creo os servirá.
Comprendió Ingrid que la
anciana era un hada. Así que tomando la manzana montó a caballo, y éste partió
a la carrera. Anduvieron mucho tiempo, y por fin llegaron a una cueva sombría,
morada del Viento Este.
Se acercó la niña, y
suavemente preguntó al Viento Este si podía indicarle el camino que está al
este del Sol y al oeste de la Luna.
- He oído hablar de ello
- dijo el Viento - , pero nunca fui tan lejos. Si os colocáis entre mis alas os
conduciré hasta la morada de mi hermano, el Viento Oeste; quizá él ayudaros.
Despidió Ingrid al
caballo, y con el regalo de la hechicera se instaló en la extraña cabalgadura.
Os podéis imaginar la
rapidez de la marcha.
Al llegar a la vivienda
del Viento Oeste, el Viento Este se adelantó hacia su hermano y le explicó lo
que la joven esperaba de él.
- Ignoro ese camino -
contestó - , pero puede ser que nuestro hermano el Viento Sur, que ha llegado a
lejanísimas comarcas, lo conozca.
AL ESTE DEL SOL Y AL OESTE DE LA LUNA - Parte 2
Se apagó la luz, y ya
los ojos de Ingrid se cerraban cuando oyó leves rumores, lo que no le impidió,
debido al cansancio, quedarse dormida.
Pasaron varios días y
varias noches.
La pobre niña estaba
triste. No podía olvidar la casita de sus padres.
Y parece ser que el oso
advirtió esto, pues una mañana radiante de sol se presentó y dijo:
- Si lo deseáis, os
llevaré a visitar a vuestros padres.
Aceptó la niña, y muy
alegre se disponía a trepar al lomo del animal, cuando éste le habló así:
- Querida Ingrid, es mi
deseo que seáis feliz entre los vuestros, pero prometedme dominar la ambición
de saber.
Vuestra felicidad y la
mía dependen de ello.
La niña prometió ser
prudente, y el oso partió a la carrera.
Pasaron la región de los
bosques, después la de las nieves, hasta que por fin llegaron a un paraje
delicioso, una loma cubierta de césped salpicado de flores, con árboles que
daban sombra a una casa de madera de todos colores.
- Os dejo en la casa de
vuestros padres - dijo el oso -.
Volveré a buscaros. No
olvidéis vuestra promesa.
- No la olvidaré -
aseguró Ingrid.
La alegría de la familia
fue tan grande como la de la niña, que recorría embelesada los aposentos.
- Esta era tu cama,
Ingrid - dijo la madre -. Y ésa la velita que encendías para desnudarte.
La miró la niña, e
instantáneamente una idea se apoderó de ella: " ¿Si me la llevara ?...
"
Su luz era pequeña.
Quizá podría prenderla y, sin ser notada, observar su cuarto por la noche.
Y pensando así la tomó y
escondió entre sus ropas.
Volvió el oso, y tras
invitarla a despedirse, emprendieron el regreso.
Como la otra vez, no
quedaban huellas en el camino por donde pasaban.
Mientras andaban,
preguntó el oso:
- ¿Cumplisteis vuestra
promesa?
- Sí, la he cumplido -
respondió la joven dándose valor.
Llegaron al castillo, y
cuando fue de noche, la curiosidad dominó a la niña.
Quería saber a toda
costa.
Como todas las noches,
se oyeron unos rumores.
Cuando cesaron, Ingrid
prendió la vela.
Se levantó, y con
precaución inspeccionó el cuarto.
Vio un lecho bajo, tan
cómodo como el suyo, y reclinado en él a un hermoso príncipe ricamente vestido,
que con la espada al costado dormía plácidamente.
viernes, 5 de agosto de 2016
AL ESTE DEL SOL Y AL OESTE DE LA LUNA - Parte 1
Moría la tarde de un día
jueves, a fines del invierno.
El viento soplaba con
furia y la lluvia repiqueteaba en los vidrios de las ventanas de la choza.
El pescador y su esposa,
rodeados de sus hijos, se lamentaban de su pobreza al calor de los leños que
ardían en el hogar. El reflejo de las llamas iluminaba a la menor de las niñas,
prestándole un aspecto sobrenatural. Serían las siete y ya la tormenta se
calmaba, cuando se oyeron tres fuertes golpes a la puerta.
Se levantó el padre,
arrojó la red que componía y se dirigió a abrir. Apenas lo hizo, apareció en el
vano un gran oso blanco, que dijo:
- Buenas tardes.
- Buenas tardes -
respondió el pescador -. ¿Qué se os ofrece?
- Deseo por esposa a
vuestra hija menor. Si consiente en seguirme, os haré tan ricos como pobre sois
ahora.
El hombre, que era
prudente y deseaba consultar a la niña antes de decidir nada a su respecto,
contestó:
- Volved el próximo
jueves y os daré mi respuesta.
Desapareció el oso, y en
los días que siguieron el padre trató de convencer a la requerida de la
conveniencia de aceptar la extraña propuesta.
El próximo jueves, a la
misma hora, estando la familia reunida, se volvieron a oír los tres golpes.
La atención de todos se
dirigió a Ingrid, la hermana menor, que, peinada y con sus ropitas en un atado,
parecía esperar la llegada del animal.
Al abrirse la puerta
apareció el oso.
Puso la pata en el
umbral, y al fijar la mirada en Ingrid comprendió que se accedía a su pedido.
Hizo una señal; la niña
montó resueltamente sobre el lomo de la bestia m y ésta emprendió la carrera
con su adorable carga.
La nieve que caía
borraba las huellas del animal, haciendo imposible conocer la ruta que seguía.
Anduvieron hasta caer la
noche, pero el camino estaba siempre claro para ellos.
Por fin llegaron a una
altísima montaña a cuyo pie se detuvo el oso. Depositó en el suelo a la niña y
golpeo en cierto lugar de una manera ya convenida.
Inmediatamente se abrió
un hueco en la roca, y por ella penetró el oso seguido de Ingrid.
Se encontraron en un
magnífico palacio, en uno de cuyos salones vieron una mesa cubierta por blanco
mantel y rebosante de exquisitos manjares.
Tras invitarla a
servirse, el oso se dispuso a partir; pero antes le entregó una campanilla de
plata, recomendándole que la agitara cada vez que necesitara algo. Dicho lo
cual, desapareció.
La joven comió y bebió,
y como luego sintiera ganas de dormir, agitó la campanilla.
Inmediatamente manos
invisibles la transportaron a otro cuarto, donde la acostaron en una blanca y
mullida cama.
Se apagó la luz, y ya
los ojos de Ingrid se cerraban cuando oyó leves rumores, lo que no le impidió,
debido al cansancio, quedarse dormida.
Pasaron varios días y
varias noches.
La pobre niña estaba
triste. No podía olvidar la casita de sus padres.
Y parece ser que el oso
advirtió esto, pues una mañana radiante de sol se presentó y dijo:
- Si lo deseáis, os
llevaré a visitar a vuestros padres.
Aceptó la niña, y muy
alegre se disponía a trepar al lomo del animal, cuando éste le habló así:
- Querida Ingrid, es mi
deseo que seáis feliz entre los vuestros, pero prometedme dominar la ambición
de saber.
Vuestra felicidad y la
mía dependen de ello.
La niña prometió ser
prudente, y el oso partió a la carrera.
Pasaron la región de los
bosques, después la de las nieves, hasta que por fin llegaron a un paraje
delicioso, una loma cubierta de césped salpicado de flores, con árboles que
daban sombra a una casa de madera de todos colores.
- Os dejo en la casa de
vuestros padres - dijo el oso -.
Volveré a buscaros. No
olvidéis vuestra promesa.
- No la olvidaré -
aseguró Ingrid.
La alegría de la familia
fue tan grande como la de la niña, que recorría embelesada los aposentos.
- Esta era tu cama,
Ingrid - dijo la madre -. Y ésa la velita que encendías para desnudarte.
La miró la niña, e
instantáneamente una idea se apoderó de ella: " ¿Si me la llevara ?...
"
Su luz era pequeña.
Quizá podría prenderla y, sin ser notada, observar su cuarto por la noche.
Y pensando así la tomó y
escondió entre sus ropas.
Volvió el oso, y tras
invitarla a despedirse, emprendieron el regreso.
Como la otra vez, no
quedaban huellas en el camino por donde pasaban.
Mientras andaban,
preguntó el oso:
- ¿Cumplisteis vuestra
promesa?
- Sí, la he cumplido -
respondió la joven dándose valor.
Llegaron al castillo, y
cuando fue de noche, la curiosidad dominó a la niña.
Quería saber a toda
costa.
Como todas las noches,
se oyeron unos rumores.
Cuando cesaron, Ingrid
prendió la vela.
Se levantó, y con
precaución inspeccionó el cuarto.
Vio un lecho bajo, tan
cómodo como el suyo, y reclinado en él a un hermoso príncipe ricamente vestido,
que con la espada al costado dormía plácidamente.
La joven, sorprendida y
emocionada, se acercó tanto que el joven se despertó, y con voz lastimera dijo:
- ¿Qué habéis hecho,
niña imprudente?
¡Ahora, por vuestra
impaciencia, seremos desgraciados los dos!
Sabed, pues, que una
perversa princesa muy poderosa me ha encantado.
Por eso soy de día un
oso y un hombre por las noches.
Había conseguido poder
cuidaros hasta que se cumpliera mi destino y fuera dueño de casarme, pero ahora
todo ha terminado entre nosotros. Debo abandonaros y reunirme con la fea
princesa de nariz larga que vive en un castillo situado al este del Sol y al
oeste de la Luna, castillo más inaccesible aún que éste.
Ingrid lloró y gimió,
pero en vano.
El destino inexorable
debía cumplirse.
Al otro día, cuando
despertó, el Príncipe y su palacio habían desaparecido.
La luz del sol apenas
llegaba a ella, y notó que se encontraba en medio de un bosque tupido y
obscuro. El hatillo que trajera de casa de su padre se encontraba a su lado.
Creyéndose víctima de un
mal sueño, la niña se frotó los ojos.
Luego, ante la triste
realidad, lloró largo rato; pero el deseo de encontrar al Príncipe le dio
fuerzas, y animosamente se puso en marcha.
Caminó días y días,
cruzando sombríos parajes, hasta que en uno más feo y triste que los otros
vieron a una extraña anciana que, sentada en una roca, jugaba con una manzana
de oro que tenía en las manos.
Se acercó a ella la
niña, y después de saludarla le preguntó tímidamente si conocía el camino que
conducía al castillo que ésta al este del Sol y al oeste de la Luna.
- No - respondió la
vieja, que a todas luces era una hechicera -. ¡Nadie la sabe! Pronto, tarde o
nunca encontraréis el camino de la ilusión. - Luego, conmovida, al parecer, por
la inocencia de la niña, agregó - : Si queréis, os puedo prestar mi caballo,
que os llevará a ver al Viento Este.
Quizá él os dé las señas
que buscáis. Únicamente os pido que cuando lleguéis a destino, deis al caballo
un golpecito bajo la oreja izquierda, con una varita de avellano; sólo
encontrará el camino de vuelta. Además, como me gustáis, os regalo esta manzana
de oro, que creo os servirá.
Comprendió Ingrid que la
anciana era un hada. Así que tomando la manzana montó a caballo, y éste partió
a la carrera. Anduvieron mucho tiempo, y por fin llegaron a una cueva sombría,
morada del Viento Este.
Se acercó la niña, y
suavemente preguntó al Viento Este si podía indicarle el camino que está al
este del Sol y al oeste de la Luna.
- He oído hablar de ello
- dijo el Viento - , pero nunca fui tan lejos. Si os colocáis entre mis alas os
conduciré hasta la morada de mi hermano, el Viento Oeste; quizá él ayudaros.
Despidió Ingrid al
caballo, y con el regalo de la hechicera se instaló en la extraña cabalgadura.
Os podéis imaginar la
rapidez de la marcha.
Al llegar a la vivienda
del Viento Oeste, el Viento Este se adelantó hacia su hermano y le explicó lo
que la joven esperaba de él.
- Ignoro ese camino -
contestó - , pero puede ser que nuestro hermano el Viento Sur, que ha llegado a
lejanísimas comarcas, lo conozca.
Partieron, y volando a
increíble altura llegaron a presencia del Viento Sur, quien tampoco conocía el
camino que lleva al castillo que está al este del Sol y al oeste de la Luna.
Siguieron, pues, volando
hasta la guarida del Viento Norte.
Era éste el más poderoso
de los cuatro vientos, y sobrecogió a la niña su terrible aspecto.
Tratando de suavizar el
rugido de su voz, dijo a Ingrid:
- Sé dónde queda ese
país, y si la idea de viajar conmigo no os desagrada demasiado, trataré de
llevaros a tan remotos lugares.
Como la marcha será
larga, es prudente pasar la noche en mi cueva; partiremos mañana temprano.
Era ésta otra prueba
cruel para la niña, pero su amor le dio valor, y aceptó agradecida cuanto
propuso el Viento Norte.
A la mañana siguiente,
cuando al esfumarse la neblina dejó ver las copas de los árboles y el lejano
contorno del mar, el Viento Norte despertó a la joven; luego, tomando aliento,
se agitó y se infló tanto, que rápidamente adquirió un cuerpo monstruoso, cuya
sombra cubría todo el país.
Por último, el terrible
Boreal levantó a Ingrid en sus alas, y juntos partieron a vertiginosa
velocidad.
A veces el Viento Norte
daba un fortísimo envión, y con la soberana majestad del águila se perdía en el
cenit; pero otras, como pato herido, se inclinaba hasta tocar las aguas.
Por fin, a fuerza de
saltos sobre reinos y zancadas sobre el océano, presintieron que se acercaban
al ansiado lugar.
El Viento Norte conoció,
por algunas algas gigantes que boyaban sobre las aguas, que la tierra estaba
próxima; hizo un último y poderoso esfuerzo, y segundos después depositó a la
niña en la dorada arena de la playa, frente mismo al castillo que queda al este
del Sol y al oeste de la Luna.
Deshecha de fatiga, se
durmió Ingrid con profundo sueño, para despertar en el gran día.
Apuntaba el alba cuando,
al abrir los ojos, vio que el Viento Norte había desaparecido.
Una inmensa calma había
sucedido a la borrasca; aparecía un sol esplendoroso y miles de pájaros
revoloteaban sobre el mar.
La joven se sintió tan
alegre y reconfortada, que se puso a jugar con la manzana de oro.
Al instante se abrió una
ventana del castillo, por donde apareció la cabeza de una fea princesa de nariz
muy larga.
En cuanto vio la manzana
de oro, deseó poseerla, y le preguntó:
- Niña, ¿queréis
venderme esa manzana de oro?
- ¡No se vende, ni por
oro ni por plata! - contestó astutamente Ingrid.
- Pues - entonces, ¿cuál
es su precio? - insistió la Princesa.
- Señora mía, os daré mi
manzana al salir de este castillo si me permitís pasar la noche y ver al
Príncipe que mora en él.
Refunfuño la Princesa;
pero, como su deseo era vehemente, asintió:
- Aceptado. ¡Entrad!
La puerta se abrió de
par en par e Ingrid penetró en el maravilloso recinto.
En uno de los salones
encontró al Príncipe, profundamente dormido.
- Os dejo - dijo la
Princesa, sonriendo con malevolencia al notar el desconsuelo de la niña.
Una vez sola; trató
Ingrid de despertar al Príncipe de su largo y pesado sueño.
Bañada en lágrimas,
desconcertada, se puso a jugar la niña con la manzana de oro, recordando al
hada bondadosa que se la diera.
Entonces, como
respondiendo a una señal, tembló al castillo entero, crujieron sus maderas,
retumbó un trueno, el encanto quedó roto y el Príncipe abrió los ojos asombrado
y feliz.
- Querida niña - dijo a
Ingrid - , el camino de la ilusión sólo lo encuentran los que saben ser fieles
y valientes. Ahora, gracias a ti nada se opone a nuestra dicha.
Abandonaron el castillo,
donde el Príncipe había sufrido tanto y donde sólo pudo escapar en forma de
oso, y se fueron a vivir lejos, muy lejos, a un país verde y bello, donde
encontraron una casa de madera de todos colores, que era la de los padres de Ingrid.
jueves, 4 de agosto de 2016
lunes, 1 de agosto de 2016
viernes, 29 de julio de 2016
El PRINCIPE DRAGON - Parte 3
La Princesa, halagada
por tantos agasajos, disimuló su extrañeza por la ausencia del novio, y quizá
pensó que era una costumbre del país de su futuro esposo.
Pasaron los días, y
llegó el tan esperado y temido por los reyes en que se realizaría el enlace.
Miles de luces
iluminaban el salón dispuesto para el banquete, y la mesa desbordaba de
manjares deliciosos.
Los reyes ocupaban altos
sitiales, y frente a ellos otros más pequeños estaban destinados a los novios.
La joven Princesa estaba
bellísima con las mejillas como dos amapolas y el cabello del color de las
espigas del trigo maduro, que el traje blanco hacía resaltar.
Tomó asiento rodeada de
sus damas, y acongojada notó que el sitio de su esposo estaba vacío.
“¿Cuándo se mostrará por
fin el Príncipe? “, pensó.
Trató de sobreponerse, y
comió y bebió bastante serena. Por fin terminó el banquete, y los reyes,
procurando disimular su turbación frente a los cortesanos, condujeron a la niña
al aposento que se le destinara, y sin contestar a su muda interrogación le
desearon buenas noches y se retiraron.
Poco o nada durmieron
los reyes esa noche, ansiosos por la suerte de la princesa, a quien presumían
en compañía del dragón, que al fin se habría presentado ante su novia.
Apuntaba la aurora
cuando con sigilo se encaminaron al cuarto de los desposados, cuya puerta
abierta de par en par dejaba ver las camas intactas.
¿Qué había hecho el
dragón de la joven? ¿La habría devorado?
Porque si bien era un Príncipe,
también era una terrible fiera.
Pasaron los días, y como
el misterio no se aclarara, el Príncipe rubio, esperando que su hermano se
contentara con la esposa que se había llevado, hizo atar la carroza de las
grandes ocasiones, y con su comitiva salió a correr mundo en procura de una
princesa digna de ser su esposa.
Mucho habían andado, ya
vislumbraban las luces de una ciudad extranjera, cuando el dragón, tan furioso
e intratable como siempre, les impidió continuar el viaje.
Cuando el Rey se enteró
de lo sucedido, en la creencia de que la novia dada al dragón no había sido de
su gusto, y resuelto a conseguir la tranquilidad de su segundo hijo, se dirigió
a uno de los jardineros del palacio, cuya hija tenía fama de hermosa y discreta,
y haciéndole toda clase de promesas y desoyendo las protestas del hombre, se
llevó a la joven al palacio.
Estaba ésta hilando, y
sus lágrimas caían sobre la rueca.
Temblaba la pobre
muchacha al pensar en la suerte que el destino le reservaba, cuando se le
apareció una extraña anciana, que le dijo:
- Comprendo vuestro temor,
pero nada malo os pasará.
La indiscreción de una
mujer sumió a un príncipe en la desgracia; la discreción y el valor de otra lo salvarán.
Escuchad mis instrucciones: El día de la boda, un momento antes del banquete,
dirigíos al jardín y pedid que os dejen sola. Lo harán, pues nada se le puede
negar a una futura esposa.
- Y continuó - : En el
más apartado rincón, el que da al Noroeste, encontraréis un rosal, y en ese
rosal dos rosas. Una roja como la sangre, otra blanca como la nieve. Cortadlas,
y con precaución escondedlas entre vuestras ropas. Cuando, terminadas las ceremonias,
os encontréis sola en vuestro cuarto, se os aparecerá el dragón. Afrontadlo con
valor, pues a nada teme tanto éste como a las dulces palabras de una niña. Sólo
ellas tienen poder sobre él. Cuando notéis que aprecia vuestra compañía,
acercaos con las rosas, y muy suavemente dadle a aspirar su perfume. Luego
hacedle admirar su color, y por fin, cuando comprendáis que ya nada puede negaros,
pedidle que coma aunque sea sólo un pétalo de cada una de ellas. Seguid mis instrucciones,
y no os arrepentiréis de ello.
Y la anciana, la buena
hada que había perdonado, desapareció, dejando a la joven llena de esperanza.
Y todo debió suceder
como lo anunciara la vieja, pues el nuevo día iluminó a un príncipe al que un
encantamiento convirtió en dragón y a una buena joven que lo salvó; a una
bellísima princesa a quien se dio por muerta y que sonreía al Príncipe rubio
que por fin tenía novia, y a unos reyes ya viejos que los miraban satisfechos y
dichosos.
Cuentan que en ese reino
los hombres son felices, y que hay muchos jardines, y en los jardines rosales
que dan flores rojas como la sangre, unos, y blancas como la nieve, otros.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)