miércoles, 31 de diciembre de 2014
lunes, 29 de diciembre de 2014
domingo, 28 de diciembre de 2014
jueves, 25 de diciembre de 2014
martes, 23 de diciembre de 2014
domingo, 21 de diciembre de 2014
El origen del mal - Parte 2
El ciervo no fue de este parecer.
-No; no es de la ira ni del amor ni del hambre de donde
procede el mal, sino del miedo. Si fuera posible no sentir miedo, todo
marcharía bien. Nuestras patas son ligeras para la carrera y nuestro cuerpo
vigoroso. Podemos defendernos de un animal pequeño, con nuestros cuernos, y la
huida nos preserva de los grandes. Pero es imposible no sentir miedo.
Apenas
cruje una rama en el bosque o se mueve una hoja, temblamos de terror. El
corazón palpita, como si fuera a salirse del pecho, y echamos a correr. Otras
veces, una liebre que pasa, un pájaro que agita las alas o una ramita que cae,
nos hace creer que nos persigue una fiera; y salimos disparados, tal vez hacia
el lugar del peligro.
A veces, para esquivar a un perro, vamos a dar con el
cazador; otras, enloquecidos de pánico, corremos sin rumbo y caemos por un
precipicio, donde nos espera la muerte. Dormimos preparados para echar a
correr; siempre estamos alerta, siempre llenos de terror. No hay modo de
disfrutar de un poco de tranquilidad. De ahí deduzco que el origen del mal está
en el miedo.
Finalmente intervino el ermitaño y dijo lo siguiente:
-No es el hambre, el amor, la ira ni el miedo, la fuente de
nuestros males, sino nuestra propia naturaleza. Ella es la que engendra el
hambre, el amor, la ira y el miedo.
León Tolstoi
El origen del mal - Parte 1
En medio de un bosque vivía un ermitaño, sin temer a las
fieras que allí moraban. Es más, por concesión divina o por tratarlas
continuamente, el santo varón entendía el lenguaje de las fieras y hasta podía
conversar con ellas.
En una ocasión en que el ermitaño descansaba debajo de un
árbol, se cobijaron allí, para pasar la noche, un cuervo, un palomo, un ciervo
y una serpiente. A falta de otra cosa para hacer y con el fin de pasar el rato,
empezaron a discutir sobre el origen del mal.
-El mal procede del hambre -declaró el cuervo, que fue el
primero en abordar el tema-. Cuando uno come hasta hartarse, se posa en una
rama, grazna todo lo que le viene en gana y las cosas se le antojan de color de
rosa. Pero, amigos, si durante días no se prueba bocado, cambia la situación y
ya no parece tan divertida ni tan hermosa la naturaleza. ¡Qué desasosiego! ¡Qué
intranquilidad siente uno! Es imposible tener un momento de descanso. Y si
vislumbro un buen pedazo de carne, me abalanzo sobre él, ciegamente. Ni palos
ni piedras, ni lobos enfurecidos serían capaces de hacerme soltar la presa.
¡Cuántos perecemos como víctimas del hambre! No cabe duda de que el hambre es
el origen del mal.
El palomo se creyó obligado a intervenir, apenas el cuervo
hubo cerrado el pico.
-Opino que el mal no proviene del hambre, sino del amor. Si
viviéramos solos, sin hembras, sobrellevaríamos las penas. Más ¡ay!, vivimos en
pareja y amamos tanto a nuestra compañera que no hallamos un minuto de sosiego,
siempre pensando en ella "¿Habrá comido?", nos preguntamos.
"¿Tendrá bastante abrigo?" Y cuando se aleja un poco de nuestro lado,
nos sentimos como perdidos y nos tortura la idea de que un gavilán la haya
despedazado o de que el hombre la haya hecho prisionera. Empezamos a buscarla
por doquier, con loco afán; y, a veces, corremos hacia la muerte, pereciendo
entre las garras de las aves de rapiña o en las mallas de una red. Y si la
compañera desaparece, uno no come ni bebe; no hace más que buscarla y llorar.
¡Cuántos mueren así entre nosotros! Ya ven que todo el mal proviene del amor, y
no del hambre.
-No; el mal no viene ni del hambre ni del amor -arguyó la
serpiente-. El mal viene de la ira. Si viviésemos tranquilos, si no buscásemos
pendencia, entonces todo iría bien. Pero, cuando algo se arregla de modo
distinto a como quisiéramos, nos arrebatamos y todo nos ofusca. Sólo pensamos
en una cosa: descargar nuestra ira en el primero que encontramos. Entonces,
como locos, lanzamos silbidos y nos retorcemos, tratando de morder a alguien.
En tales momentos, no se tiene piedad de nadie; mordería uno a su propio padre
o a su propia madre; podríamos comernos a nosotros mismos; y el furor acaba por
perdernos. Sin duda alguna, todo el mal viene de la ira.
sábado, 20 de diciembre de 2014
viernes, 19 de diciembre de 2014
El salto
Un navío regresaba al puerto después de dar la vuelta al
mundo; el tiempo era bueno y todos los pasajeros estaban en el puente. Entre
las personas, un mono, con sus gestos y sus saltos, era la diversión de todos.
Aquel mono, viendo que era objeto de las miradas generales, cada vez hacía más
gestos, daba más saltos y se burlaba de las personas, imitándolas.
De pronto saltó sobre un muchacho de doce años, hijo del
capitán del barco, le quitó el sombrero, se lo puso en la cabeza y gateó por el
mástil. Todo el mundo reía; pero el niño, con la cabeza al aire, no sabía qué
hacer: si imitarlos o llorar.
El mono tomó asiento en la cofa, y con los dientes y las
uñas empezó a romper el sombrero. Se hubiera dicho que su objeto era provocar
la cólera del niño al ver los signos que le hacía mientras le mostraba la
prenda.
El jovenzuelo lo amenazaba, lo injuriaba; pero el mono
seguía su obra.
Los marineros reían. De pronto el muchacho se puso rojo de
cólera; luego, despojándose de alguna ropa, se lanzó tras el mono. De un salto
estuvo a su lado; pero el animal, más ágil y más diestro, se le escapó.
-¡No te irás! -gritó el muchacho, trepando por donde él. El
mono lo hacía subir, subir... pero el niño no renunciaba a la lucha. En la cima
del mástil, el mono, sosteniéndose de una cuerda con una mano, con la otra
colgó el sombrero en la más elevada cofa y desde allí se echó a reír mostrando
los dientes.
Del mástil donde estaba colgado el sombrero había más de dos
metros; por lo tanto, no podía cogerlo sin grandísimo peligro. Todo el mundo
reía viendo la lucha del pequeño contra el animal; pero al ver que el niño
dejaba la cuerda y se ponía sobre la cofa, los marineros quedaron paralizados
por el espanto. Un falso movimiento y caería al puente. Aun cuando cogiera el
sombrero no conseguiría bajar.
Todos esperaban ansiosamente el resultado de aquello. De
repente alguien lanzó un grito de espanto. El niño miró abajo y vaciló. En
aquel momento el capitán del barco, el padre del niño, salió de su camarote
llevando en la mano una escopeta para matar gaviotas. Vio a su hijo en el
mástil y apuntándole inmediatamente, exclamó:
-¡Al agua!... ¡Al agua o te mato!...
El niño vacilaba sin comprender.
-¡Salta o te mato!... ¡Uno, dos!...
Y en el momento en que el capitán gritaba:
-¡Tres!... -el niño se dejó caer hacia el mar.
Como una bala penetró su cuerpo en el agua; mas apenas lo
habían cubierto las olas, cuando veinte bravos marineros lo seguían.
En el espacio de cuarenta segundos, que parecieron un siglo
a los espectadores, el cuerpo del muchacho apareció en la superficie. Lo
transportaron al barco y algunos minutos después empezó a echar agua por la
boca y respiró.
Cuando su padre lo vio salvado, exhaló un grito, como si
algo lo hubiese tenido ahogado, y escapó a su camarote.
León Tolstoi
jueves, 18 de diciembre de 2014
miércoles, 17 de diciembre de 2014
¿Cuánta tierra necesita un hombre? - Parte 6
Echó a andar hacia la loma, pero con dificultad. Estaba
agotado por el calor, tenía cortes y magulladuras en los pies descalzos, le
flaqueaban las piernas. Ansiaba descansar, pero era imposible si deseaba llegar
antes del poniente. El sol no espera a nadie, y se hundía cada vez más.
"Cielos -pensó-, si no hubiera cometido el error de
querer demasiado. ¿Qué pasará si llego tarde?"
Miró hacia la loma y hacia el sol. Aún estaba lejos de su
meta, y el sol se aproximaba al horizonte.
Pahom siguió caminando, con mucha dificultad, pero cada vez
más rápido. Apuró el paso, pero todavía estaba lejos del lugar. Echó a correr,
arrojó la chaqueta, las botas, la botella y la gorra, y conservó sólo la azada
que usaba como bastón.
"Ay de mí. He deseado mucho, y lo eché todo a perder.
Tengo que llegar antes de que se ponga el sol."
El temor le quitaba el aliento. Pahom siguió corriendo, y la
camisa y los pantalones empapados se le pegaban a la piel, y tenía la boca
reseca. Su pecho jadeaba como un fuelle, su corazón batía como un martillo, sus
piernas cedían como si no le pertenecieran. Pahom estaba abrumado por el terror
de morir de agotamiento.
Aunque temía la muerte, no podía detenerse. "Después
que he corrido tanto, me considerarán un tonto si me detengo ahora",
pensó. Y siguió corriendo, y al acercarse oyó que los bashkirs gritaban y
aullaban, y esos gritos le inflamaron aún más el corazón. Juntó sus últimas
fuerzas y siguió corriendo.
El hinchado y brumoso sol casi rozaba el horizonte, rojo
como la sangre. Estaba muy bajo, pero Pahom estaba muy cerca de su meta. Podía
ver a la gente de la loma, agitando los brazos para que se diera prisa. Veía la
gorra de piel de zorro en el suelo, y el dinero, y al jefe sentado en el suelo,
riendo a carcajadas.
"Hay tierras en abundancia -pensó-, ¿pero me dejará Dios
vivir en ellas? ¡He perdido la vida, he perdido la vida! ¡Nunca llegaré a ese
lugar!"
Pahom miró el sol, que ya desaparecía, ya era devorado. Con
el resto de sus fuerzas apuró el paso, encorvando el cuerpo de tal modo que sus
piernas apenas podían sostenerlo. Cuando llegó a la loma, de pronto oscureció.
Miró el cielo. ¡El sol se había puesto! Pahom dio un alarido.
"Todo mi esfuerzo ha sido en vano", pensó, y ya
iba a detenerse, pero oyó que los bashkirs aún gritaban, y recordó que aunque
para él, desde abajo, parecía que el sol se había puesto, desde la loma aún
podían verlo. Aspiró una buena bocanada de aire y corrió cuesta arriba. Allí
aún había luz. Llegó a la cima y vio la gorra. Delante de ella el jefe se reía
a carcajadas. Pahom soltó un grito. Se le aflojaron las piernas, cayó de bruces
y tomó la gorra con las manos.
-¡Vaya, qué sujeto tan admirable! -exclamó el jefe-. ¡Ha
ganado muchas tierras!
El criado de Pahom se acercó corriendo y trató de
levantarlo, pero vio que le salía sangre de la boca. ¡Pahom estaba muerto!
Los pakshirs chasquearon la lengua para demostrar su piedad.
Su criado empuñó la azada y cavó una tumba para Pahom, y
allí lo sepultó. Dos metros de la cabeza a los pies era todo lo que necesitaba.
León Tolstoi
martes, 16 de diciembre de 2014
¿Cuánta tierra necesita un hombre? - Parte 5
Miró hacia atrás. La loma se veía claramente a la luz del
sol, con la gente encima, y las relucientes llantas de las ruedas del
carromato. Pahom calculó que había caminado cinco kilómetros. Estaba más
cálido; se quitó el chaquetón, se lo echó al hombro y continuó la marcha. Ahora
hacía más calor; miró el sol; era hora de pensar en el desayuno.
-He recorrido el primer tramo, pero hay cuatro en un día, y
todavía es demasiado pronto para virar. Pero me quitaré las botas -se dijo.
Se sentó, se quitó las botas, se las metió en el cinturón y
reanudó la marcha. Ahora caminaba con soltura.
"Seguiré otros cinco kilómetros -pensó-, y luego giraré
a la izquierda. Este lugar es tan promisorio que sería una pena perderlo.
Cuanto más avanzo, mejor parece la tierra."
Siguió derecho por un tiempo, y cuando miró en torno, la
loma era apenas visible y las personas parecían hormigas, y apenas se veía un
destello bajo el sol.
"Ah -pensó Pahom-, he avanzado bastante en esta
dirección, es hora de girar. Además estoy sudando, y muy sediento."
Se detuvo, cavó un gran pozo y apiló hierba. Bebió un sorbo
de agua y giró a la izquierda. Continuó la marcha, y la hierba era alta, y
hacía mucho calor.
Pahom comenzó a cansarse. Miró el sol y vio que era
mediodía.
"Bien -pensó-, debo descansar."
Se sentó, comió pan y bebió agua, pero no se acostó,
temiendo quedarse dormido. Después de estar un rato sentado, siguió andando. Al
principio caminaba sin dificultad, y sentía sueño, pero continuó, pensando:
"Una hora de sufrimiento, una vida para disfrutarlo".
Avanzó un largo trecho en esa dirección, y ya iba a girar de
nuevo a la izquierda cuando vio un fecundo valle. "Sería una pena excluir
ese terreno -pensó-. El lino crecería bien aquí.". Así que rodeó el valle
y cavó un pozo del otro lado antes de girar. Pahom miró hacia la loma. El aire
estaba brumoso y trémulo con el calor, y a través de la bruma apenas se veía a
la gente de la loma.
"¡Ah! -pensó Pahom-. Los lados son demasiado largos.
Este debe ser más corto." Y siguió a lo largo del tercer lado, apurando el
paso. Miró el sol. Estaba a mitad de camino del horizonte, y Pahom aún no había
recorrido tres kilómetros del tercer lado del cuadrado. Aún estaba a quince
kilómetros de su meta.
"No -pensó-, aunque mis tierras queden irregulares,
ahora debo volver en línea recta. Podría alejarme demasiado, y ya tengo gran
cantidad de tierra.".
Pahom cavó un pozo de prisa.
lunes, 15 de diciembre de 2014
¿Cuánta tierra necesita un hombre? - Parte 4
Por la puerta abierta vio que estaba rompiendo el alba.
-Es hora de despertarlos -se dijo-. Debemos ponernos en
marcha.
Se levantó, despertó al criado (que dormía en el carromato),
le ordenó uncir los caballos y fue a despertar a los bashkirs.
-Es hora de ir a la estepa para medir las tierras -dijo.
Los bashkirs se levantaron y se reunieron, y también acudió
el jefe. Se pusieron a beber más kurniss, y ofrecieron a Pahom un poco de té,
pero él no quería esperar.
-Si hemos de ir, vayamos de una vez. Ya es hora.
Los bashkirs se prepararon y todos se pusieron en marcha,
algunos a caballo, otros en carros. Pahom iba en su carromato con el criado, y
llevaba una azada. Cuando llegaron a la estepa, el cielo de la mañana estaba
rojo. Subieron una loma y, apeándose de carros y caballos, se reunieron en un
sitio. El jefe se acercó a Pahom y extendió el brazo hacia la planicie.
-Todo esto, hasta donde llega la mirada, es nuestro. Puedes
tomar lo que gustes.
A Pahom le relucieron los ojos, pues era toda tierra virgen,
chata como la palma de la mano y negra como semilla de amapola, y en las
hondonadas crecían altos pastizales.
El jefe se quitó la gorra de piel de zorro, la apoyó en el
suelo y dijo:
-Ésta será la marca. Empieza aquí y regresa aquí. Toda la
tierra que rodees será tuya.
Pahom sacó el dinero y lo puso en la gorra. Luego se quitó
el abrigo, quedándose con su chaquetón sin mangas. Se aflojó el cinturón y lo
sujetó con fuerza bajo el vientre, se puso un costal de pan en el pecho del
jubón y, atando una botella de agua al cinturón, se subió la caña de las botas,
empuñó la azada y se dispuso a partir. Tardó un instante en decidir el rumbo.
Todas las direcciones eran tentadoras.
-No importa -dijo al fin-. Iré hacia el sol naciente.
Se volvió hacia el este, se desperezó y aguardó a que el sol
asomara sobre el horizonte.
"No debo perder tiempo -pensó-, pues es más fácil
caminar mientras todavía está fresco."
Los rayos del sol no acababan de chispear sobre el horizonte
cuando Pahom, azada al hombro, se internó en la estepa.
Pahom caminaba a paso moderado. Tras avanzar mil metros se
detuvo, cavó un pozo y apiló terrones de hierba para hacerlo más visible. Luego
continuó, y ahora que había vencido el entumecimiento apuró el paso. Al cabo de
un rato cavó otro pozo.
domingo, 14 de diciembre de 2014
¿Cuánta tierra necesita un hombre? - Parte 3
El jefe escuchó un rato, pidió silencio con un gesto y le
dijo a Pahom:
-De acuerdo. Escoge la tierra que te plazca. Tenemos tierras
en abundancia.
-¿Y cuál será el precio? -preguntó Pahom.
-Nuestro precio es siempre el mismo: mil rublos por día.
Pahom no comprendió.
-¿Un día? ¿Qué medida es ésa? ¿Cuántas hectáreas son?
-No sabemos calcularlo -dijo el jefe-. La vendemos por día.
Todo lo que puedas recorrer a pie en un día es tuyo, y el precio es mil rublos
por día.
Pahom quedó sorprendido.
-Pero en un día se puede recorrer una vasta extensión de
tierra -dijo.
El jefe se echó a reír.
-¡Será toda tuya! Pero con una condición. Si no regresas el
mismo día al lugar donde comenzaste, pierdes el dinero.
-¿Pero cómo debo señalar el camino que he seguido?
-Iremos a cualquier lugar que gustes, y nos quedaremos allí.
Puedes comenzar desde ese sitio y emprender tu viaje, llevando una azada
contigo. Donde lo consideres necesario, deja una marca. En cada giro, cava un
pozo y apila la tierra; luego iremos con un arado de pozo en pozo. Puedes hacer
el recorrido que desees, pero antes que se ponga el sol debes regresar al sitio
de donde partiste. Toda la tierra que cubras será tuya.
Pahom estaba alborozado. Decidió comenzar por la mañana.
Charlaron, bebieron más kurniss, comieron más oveja y bebieron más té, y así
llegó la noche. Le dieron a Pahom una cama de edredón, y los bashkirs se
dispersaron, prometiendo reunirse a la mañana siguiente al romper el alba y
viajar al punto convenido antes del amanecer.
Pahom se quedó acostado, pero no pudo dormirse. No dejaba de
pensar en su tierra.
"¡Qué gran extensión marcaré! -pensó-. Puedo andar
fácilmente cincuenta kilómetros por día. Los días ahora son largos, y un
recorrido de cincuenta kilómetros representará gran cantidad de tierra. Venderé
las tierras más áridas, o las dejaré a los campesinos, pero yo escogeré la
mejor y la trabajaré. Compraré dos yuntas de bueyes y contrataré dos peones
más. Unas noventa hectáreas destinaré a la siembra y en el resto criaré
ganado."
sábado, 13 de diciembre de 2014
¿Cuánta tierra necesita un hombre? - Parte 2
Al principio, en el ajetreo de la mudanza y la construcción,
Pahom se sentía complacido, pero cuando se habituó comenzó a pensar que tampoco
aquí estaba satisfecho. Quería sembrar más trigo, pero no tenía tierras
suficientes para ello, así que arrendó más tierras por tres años. Fueron buenas
temporadas y hubo buenas cosechas, así que Pahom ahorró dinero. Podría haber
seguido viviendo cómodamente, pero se cansó de arrendar tierras ajenas todos
los años, y de sufrir privaciones para ahorrar el dinero.
"Si todas estas tierras fueran mías -pensó-, sería
independiente y no sufriría estas incomodidades."
Un día un vendedor de bienes raíces que pasaba le comentó
que acababa de regresar de la lejana tierra de los bashkirs, donde había
comprado seiscientas hectáreas por sólo mil rublos.
-Sólo debes hacerte amigo de los jefes -dijo- Yo regalé como
cien rublos en vestidos y alfombras, además de una caja de té, y di vino a
quienes lo bebían, y obtuve la tierra por una bicoca.
"Vaya -pensó Pahom-, allá puedo tener diez veces más
tierras de las que poseo. Debo probar suerte."
Pahom encomendó a su familia el cuidado de la finca y
emprendió el viaje, llevando consigo a su criado. Pararon en una ciudad y
compraron una caja de té, vino y otros regalos, como el vendedor les había
aconsejado. Continuaron viaje hasta recorrer más de quinientos kilómetros, y el
séptimo día llegaron a un lugar donde los bashkirs habían instalado sus
tiendas.
En cuanto vieron a Pahom, salieron de las tiendas y se
reunieron en torno al visitante. Le dieron té y kurniss, y sacrificaron una
oveja y le dieron de comer. Pahom sacó presentes de su carromato y los
distribuyó, y les dijo que venía en busca de tierras. Los bashkirs parecieron
muy satisfechos y le dijeron que debía hablar con el jefe. Lo mandaron a buscar
y le explicaron a qué había ido Pahom.
viernes, 12 de diciembre de 2014
¿Cuánta tierra necesita un hombre? - Parte 1
Érase una vez un campesino llamado Pahom, que había
trabajado dura y honestamente para su familia, pero que no tenía tierras
propias, así que siempre permanecía en la pobreza. "Ocupados como estamos
desde la niñez trabajando la madre tierra -pensaba a menudo- los campesinos
siempre debemos morir como vivimos, sin nada propio. Las cosas serían
diferentes si tuviéramos nuestra propia tierra."
Ahora bien, cerca de la aldea de Pahom vivía una dama, una
pequeña terrateniente, que poseía una finca de ciento cincuenta hectáreas. Un
invierno se difundió la noticia de que esta dama iba a vender sus tierras.
Pahom oyó que un vecino suyo compraría veinticinco hectáreas y que la dama
había consentido en aceptar la mitad en efectivo y esperar un año por la otra
mitad.
"Qué te parece -pensó Pahom- Esa tierra se vende, y yo
no obtendré nada."
Así que decidió hablar con su esposa.
-Otras personas están comprando, y nosotros también debemos
comprar unas diez hectáreas. La vida se vuelve imposible sin poseer tierras
propias.
Se pusieron a pensar y calcularon cuánto podrían comprar.
Tenían ahorrados cien rublos. Vendieron un potrillo y la mitad de sus abejas;
contrataron a uno de sus hijos como peón y pidieron anticipos sobre la paga.
Pidieron prestado el resto a un cuñado, y así juntaron la mitad del dinero de
la compra. Después de eso, Pahom escogió una parcela de veinte hectáreas, donde
había bosques, fue a ver a la dama e hizo la compra.
Así que ahora Pahom tenía su propia tierra. Pidió semilla
prestada, y la sembró, y obtuvo una buena cosecha. Al cabo de un año había
logrado saldar sus deudas con la dama y su cuñado. Así se convirtió en
terrateniente, y talaba sus propios árboles, y alimentaba su ganado en sus
propios pastos. Cuando salía a arar los campos, o a mirar sus mieses o sus
prados, el corazón se le llenaba de alegría. La hierba que crecía allí y las
flores que florecían allí le parecían diferentes de las de otras partes. Antes,
cuando cruzaba esa tierra, le parecía igual a cualquier otra, pero ahora le
parecía muy distinta.
Un día Pahom estaba sentado en su casa cuando un viajero se
detuvo ante su casa. Pahom le preguntó de dónde venía, y el forastero respondió
que venía de allende el Volga, donde había estado trabajando. Una palabra llevó
a la otra, y el hombre comentó que había muchas tierras en venta por allá, y
que muchos estaban viajando para comprarlas. Las tierras eran tan fértiles,
aseguró, que el centeno era alto como un caballo, y tan tupido que cinco cortes
de guadaña formaban una avilla. Comentó que un campesino había trabajado sólo
con sus manos, y ahora tenía seis caballos y dos vacas.
El corazón de Pahom se colmó de anhelo.
"¿Por qué he de sufrir en este agujero -pensó- si se
vive tan bien en otras partes? Venderé mi tierra y mi finca, y con el dinero
comenzaré allá de nuevo y tendré todo nuevo".
Pahom vendió su tierra, su casa y su ganado, con buenas
ganancias, y se mudó con su familia a su nueva propiedad. Todo lo que había
dicho el campesino era cierto, y Pahom estaba en mucha mejor posición que
antes. Compró muchas tierras arables y pasturas, y pudo tener las cabezas de
ganado que deseaba.
jueves, 11 de diciembre de 2014
lunes, 8 de diciembre de 2014
domingo, 7 de diciembre de 2014
EL SECRETO, LA CONFIDENCIA Y LA PSICOTERAPIA – Parte 4
Es importante señalar que no basta la simple declaración de
algunas experiencias guardadas como secretos para resolver el conflicto
interior creado a partir de las mismas, sino que es necesario que el paciente
desarrolle conciencia sobre la experiencia reprimida, de manera que se logre
una representación real, adecuada en la mente del sujeto, logrando así un nuevo
equilibrio más real, flexible y saludable.
El vivenciar una experiencia reprimida o negada
implica no sólo el recordar la manera como se desarrolló la misma sino también
re experimentar las emociones, sentimientos, etc. Percibiendo la respuesta
que dicha experiencia desencadenó dentro de la mente del sujeto, es
decir, darse cuenta de cómo lo ocurrido estaba en conflicto con los valores o
creencias de entonces obligándose a reprimir la experiencia.
Una vez que el paciente es capaz de darse cuenta del
contenido de cierto núcleo de conflicto, este se ve desenmascarado,
se hace consciente lo que era inconsciente, el sujeto se libera de la culpa y
otros sentimientos negativos ligados al evento, se libera la energía psíquica
contenida, facilitando el continuar con el desarrollo personal, avanzando en el
proceso de cura.
Durante el proceso de psicoterapia pueden movilizarse
los ejes de equilibrio de la personalidad, por lo que el proceso no debe ser
conducido “empíricamente” pues pueden surgir “trampas” y dificultades que
sólo una buena formación profesional y entrenamiento preparan para hacerles
frente. Y si bien la psicoterapia no es patrimonio exclusivo de ninguna
disciplina o ciencia, en todos los casos existen cursos formativos para
psicoterapeutas que posibilitan un trabajo serio y eficaz.
Este proceso de re descubrimiento interior puede ser
incómodo y hasta doloroso en algunos momentos. Por lo general se pueden
apreciar algunos resultados en poco tiempo, pero consolidar cambios no es algo
que se pueda lograr a corto plazo por lo que es necesario que el paciente tenga
el valor y constancia necesarios para seguir el tratamiento hasta el final.
Ricardo Carmen
Manrique
Psicoterapeuta
Psicoterapeuta
Copyright © 2010 ACTUALIDAD PSICOLOGICA. Sólo se puede
reproducir el material publicado citando al autor y la fuente.
EL SECRETO, LA CONFIDENCIA Y LA PSICOTERAPIA – Parte 3
Entonces, es necesario ser prudentes al elegir a nuestros
confidentes para que este tipo de relación enriquezca nuestra vida y favorezca
nuestro crecimiento. Igualmente es necesaria tener la seguridad de la
aceptación de quien escucha la confesión, así como que los terapeutas, confidentes
o confesores se hallen libres de tendencias a culpar, descalificar o rechazar a
la persona que acude.
Es de la mayor
importancia que quien recibe una confidencia tenga un genuino interés por el
bienestar de quien se confiesa, así como una adecuada perspectiva de las consecuencias que podría tener su
respuesta o consejo.
La Psicoterapia
Todo lo mencionado
anteriormente se encuentra íntimamente relacionado con la psicoterapia, pues
esta se ocupa de aquellas experiencias que se han convertido en fuente de
tensión al interior de estructura mental, produciendo desgaste de energías
psíquicas, ocultando la real fuente del dolor interior, mermando la
productividad de la persona y su capacidad de gozar de la vida. Convirtiéndose
por ello en motivo de psicoterapia.
En la
psicoterapia quien acude a consulta busca resolver el origen de sus problemas y
dar a su vida un nuevo sentido, pero esta vez libre de conflictos interiores.
Durante el
proceso el paciente hace un “acto de fe” en la humanidad (mas que nada, en la
suya propia) deposita su confianza en el psicoterapeuta y lo convierte en su
confidente, amparado en el secreto profesional el consultante vuelve al
psicoterapeuta en el depositario de su historia personal, incluso de aquellos
secretos que intuye puedan estar vinculados al origen de sus problemas o que
aparezcan espontáneamente durante la consulta; dentro de este contexto el
terapeuta conduce la relación hacia la exploración y re elaboración de las
experiencias no digeridas.
Es requisito indispensable
la existencia de una alianza entre el paciente y el terapeuta, pues de otra
forma no sería posible abordar los temas vinculados a los “núcleos de
conflictos”. Si el consultante no deposita su confianza y se compromete a
facilitar activamente la revisión del material que se va a trabajar se perderá
valioso tiempo en juegos neuróticos y diversas formas de resistencia a la
terapia. Muchas veces, a
pesar de acudir regularmente a consulta, el paciente inconscientemente trata de
sabotear el accionar del terapeuta, aunque parezca contradictorio, algunos
pacientes se resisten a dejar el “equilibrio” existente aunque sea inadecuado y
frustrante, pero conocido y “confiable”
hasta el momento.
El primer lazo
de confianza permite al terapeuta acompañar al paciente en su revisión
interior, facilitándole darse cuenta del matiz y valor atribuido a las
distintas experiencias así como en la revalorización de aquellas que a la luz
de la madurez y sistema de valores actuales resulten inadecuadas en la
apreciación guardada en la memoria.
De la evolución
de la relación entre terapeuta y paciente surge un afecto y confianza propios
de la relación terapéutica, los mismos que permiten engarzar la libido o
energía psíquica fijada en la situación traumática, de manera que se facilite la re elaboración y
superación de la misma continuando así con el desarrollo detenido.
sábado, 6 de diciembre de 2014
EL SECRETO, LA CONFIDENCIA Y LA PSICOTERAPIA – Parte 2
El secreto por lo general está mas vinculado a
personalidades con una estructura de valores muy rígido y punitivo, en donde la
idea de “falta” o “pecado” está presente y amenazante. Por ello cuando alguna
experiencia no es aceptada por dicho
sistema de valores o creencias, la experiencia es guardada como un secreto, si
no es reprimida y confinada a los límites de lo inconsciente. Este tipo de
personalidad en su adaptarse a los cambios que exige la vida se flexibiliza a
un costo muy grande (acompañado de sufrimiento) permitiendo que algunas de las
experiencias reprimidas pasen a la conciencia y el sujeto las reconozca como
suyas, pero las mantiene como secretos pues las considera como “travesuras” que
prefiere mantener en reserva.
Entonces
tenemos que existe una amplísima variedad de secretos, algunos sirven para
formar lazos o alianzas entre personas que los comparten, existe los
circunstanciales, aquellos que tienen fecha de inicio y fin establecida, cuyo
contenido no es “de vida o muerte”; así como también están los otros, cuyo
contenido resulta muy incómodo o doloroso. Pudiendo ser entonces algo normal y
cotidiano, así como también motivo de una psicoterapia.
La confidencia o confesión
La confesión o
confidencia viene a ser una reconciliación, con uno mismo y con el mundo, a
través del receptor de la revelación. Implica
aceptar a otra persona como digna de compartir el secreto y aceptarse a sí
mismo como preparado para ser aceptado en nuestra real dimensión.
La declaración
de lo oculto en estos casos se da como parte de la liberación del impulso
contenido que busca abrirse paso, tentando la aceptación o acogimiento de otra
persona.
La confidencia
implica también en parte la restauración de la confianza en la condición
humana, en la capacidad de perdonar y ser perdonado, en aceptar a otro ser
humano tal como es y ser igualmente aceptado.
El
desahogo es menos común en la mayoría de las personas y de las situaciones. Por
lo general se da como respuesta a una crisis que ha hecho posible el desembalse
de la emoción y de los sentimientos contenidos que acompañaban al secreto. Entonces con
la confesión viene el alivio que produce el verse libre del conflicto entre los
elementos represivos como la culpa, la vergüenza, el miedo, etc. y aquellos que
impulsos que igualmente se hallan en el sujeto y pugnan por la reivindicación
de los eventos reprimidos o guardados en secreto.
La confesión
viene a ser una suerte de rendición ante alguien reconocido como poseedor de
cualidades extraordinarias o de la capacidad de librar a la persona del
malestar que le produce el secreto. Siendo
elegidos por lo general para estos fines un sacerdote o un “amigo (a) íntimo”,
quienes estarían en buena disposición para tan delicada labor. Sin embargo
muchas personas se equivocan al escoger a los depositarios de sus confidencias
y lo hacen en gente inmadura, que no posee un genuino interés por el bienestar
de quien realiza la
confidencia o no posee una actitud saludable frente a la vida.
viernes, 5 de diciembre de 2014
EL SECRETO, LA CONFIDENCIA Y LA PSICOTERAPIA – Parte 1
Existe una íntima relación entre lo que conocemos como
el secreto, la confesión y la psicoterapia pues en cierta forma vienen a
representar diferentes momentos de un proceso que de concluir debe significar
el final del sufrimiento. Me parece conveniente el reflexionar con mas detalle
sobre este proceso pues en muchos casos ese viaje a la libertad se ve
interrumpido por diversos motivos y tienen como factor común un crecimiento que
se ha detenido.
El
Secreto
El secreto es común a
todas las personas. Todos, sin excepción tienen una parte de sí que no llegan a
comunicar a los demás, existen
experiencias, pensamientos, deseos que preferimos reservarnos, manteniendo su
conocimiento restringido a unos pocos. Está
el secreto que rodea a una fiesta sorpresa de cumpleaños, están las cuitas
de amor que se confían al amigo; incluso, hay una parte de sí mismo que no se
llega a dar a conocer por
que hay una parte en nosotros mismos que no la acepta, que está convencida de
que aquella característica es indigna y considera inaceptable que nosotros la tengamos.
Así, hay algunos secretos asociados a sentimientos vergonzosos o de rechazo tan
fuertes que producen una negación de la experiencia.
Con algunos
secretos resulta ser que una parte de la experiencia o casi toda ella no
alcanza a tener una representación dentro de nuestra estructura mental y así
permanece en el inconsciente. En estos casos la experiencia posee una carga
emocional, incluso un efecto dentro de nuestra vida sentimental, sin embargo
como una parte importante de la experiencia es negada a la conciencia y a
nuestro mundo de relaciones, queda sin ser procesada, sin digerir, generando
tensión, disconformidad, incluso sufrimiento.
Si la persona
mantiene sectores importantes de su vida dentro de esa estricta reserva que
excluye la aceptación de ciertas experiencias como propias, al cabo de un
tiempo su estructura mental viene a ser como un mapa incompleto. A pesar de que este “mapa” es de gran
importancia para la vida pues debe representar interiormente el mundo y
experiencias que ha vivido la persona.
Esta
representación del universo le sirve a la persona como guía y referencia; en
ese sentido le facilita o entorpece el vivir. De acuerdo a la historia personal
y formación que haya recibido, cada persona poseerá una estructura mental que
representa al mundo, lo sustenta, justifica y convierte en algo viable. Esta estructura puede ser amplia y
flexible, facilitando el
ajustarse a una amplia gama de experiencias futuras o por el contrario puede
ser estrecha y rígida, poniendo en dificultades para ajustarse a situaciones
que no estén representadas adecuadamente en dicha estructura mental.
De esta manera
hay tan diversas estructuras o “formas de pensar” como personas existen; siendo
las mismas aprendidas o “heredadas” de la familia. Siendo cada arquitectura mental
familiar la forma “natural” y “saludable” de ser. Sin embargo toda estructura mental
puede ser mejorada, optimizada o reformulada. De hecho, muchas se beneficiarían
grandemente con un re diseño.
jueves, 4 de diciembre de 2014
miércoles, 3 de diciembre de 2014
Truckin' My Blues Away (Blind Boy Fuller, Ragtime Guitar Legend)
Truckin' My Blues Away No 1
BLIND BOY FULLER
martes, 2 de diciembre de 2014
domingo, 30 de noviembre de 2014
South Carolina Rag (Willie Walker, December 1930) Ragtime Guitar Legend
" South Carolina Rag Take 1 " (December 6, 1930)
WILLIE WALKER
viernes, 28 de noviembre de 2014
miércoles, 26 de noviembre de 2014
Acto creativo
Por el huevo roto en el suelo
Por el 5 de julio
Por el pez en la pecera
Por el viejo de la habitación nº 9
Por el gato sobre el muro
Por ti mismo
No por la fama
Ni por el dinero
Tienes que seguir luchando
Cuanto te haces viejo
Disminuye el atractivo
Es más fácil cuando se es joven
Cualquiera puede alcanzar
Las alturas alguna que otra vez
La clave consiste en
Resistir
Cualquier cosa que sirva
Para que
Esta vida siga bailando
Frente a
Doña Muerte.
de
Charles Bukowski
miércoles, 19 de noviembre de 2014
martes, 18 de noviembre de 2014
domingo, 16 de noviembre de 2014
sábado, 15 de noviembre de 2014
Odiseo (Ulises) - Parte 2
Después de haber escapado de las sirenas, que con sus cantos
atraían a los marinos y los hacían naufragar, y después de haberse salvado de
los monstruos marinos Escila y Caribdis, Odiseo llegó a la isla de Trinacria ,
donde sus compañeros atacaron a los animales sagrados, dedicados al dios del
sol, Helios. El dios supremo, Zeus, los castigó destruyendo con sus rayos los
navíos y pereciendo así todos sus tripulantes, a excepción de Odiseo, quien se
salva aferrándose al palo mayor y a la quilla; y al cabo de nueve días arriba a
la isla de Ogigia, morada de la ninfa Calipso, hija de Atlas. Ésta lo retuvo
siete años a su lado y le dio un hijo, pero la nostalgia que Odiseo sentía por
su hogar y por su esposa Penélope, lo inmunizan en las astucias de Calipso.
En una balsa construída por el mismo, escapa Odiseo y, tras
dieciocho días de navegación, llega a la visea de Corcira, la isla de los
feacios, pero Poseidón, al reconocerlo, deshace su balsa en pedazos. No
obstante, con la ayuda de del velo de Ino gana la costa, donde se encuentra con
Nausica, la hija del rey, que lo conduce a la cuidad y lo presenta ante sus
padres, Alcinoo y Arete. Aquí es objeto del trata más amable y hospitalario y,
cargado de presentes, los reacios, a bordo de uno de sus maravillosos navíos,
lo conducen a su país, al cual arriba en momentos en que se halla entregado al
sueño, después de veinte años de ausencia.
Odiseo llega a su casa precisamente a tiempo para evitar el
desastre que amenazaba a su hogar. Más de un centenar de jóvenes de la nobleza
de Ítaca y de las islas vecinas se habían presentado como pretendientes a la
mano de la hermosa Penélope; habían perseguido a Telémaco, hijo de Odiseo, que
ahora ya era un hombre, y derrochaban los bienes del ausente soberano.
Penélope, para entretener a los pretendientes, había fijado
un plazo para decidirse por alguno de ellos. El mismo finalizaría cuando
acabase de tejer una prenda de abrigo para su suegro, que destejía durante las
noches.
Al cabo de este tejer y destejer, una de sus sirvientas
reveló el secreto a los pretendientes, Penélope no tuvo más remedio que
terminar la labor. Prometió entonces que elegiría a aquel que triunfara en un
concurso de tiro de arco, empleando para ello la ballesta de Odiseo, con la
esperanza de que ninguno de sus pretendientes fuera capaz de manejar el arma.
Disfrazado por la diosa Minerva de mendigo, el día anterior
al concurso llega Odiseo a la isla. Acude en seguida a la cabaña del pastor
Eumeo, quien lo recibe hospitalariamente, aunque sin reconocerlo. La misma
diosa hace que Telémaco, el hijo de Odiseo, se reúna con su padre en el mismo
sitio y ambos planean la venganza contra los pretendientes.
En un disfraz de mendigo se presenta Odiseo en su casa,
donde con gran dominio de si mismo contiene su ira ante la arrogancia de los
pretendientes, quienes lo trataban con el mayor desprecio.
Al siguiente día se realiza la prueba de tiro. Consiste la
misma en disparar, a través de los mangos de doce hachas, con el arco de
Odiseo. Ninguno de los pretendientes es capaz de doblar el arco y Odiseo ante
el asombro de todos, realiza la proeza. Ayudado por Telémaco, Eufemo y otro
pastor y la alentadora presencia de Minerva, atraviesa con sus flechas a los
asombrados pretendientes.
Logrado su triunfo y dueño ya de su casa, Odiseo se da a
conocer a Penélope, y visita a su anciano padre.
viernes, 14 de noviembre de 2014
Odiseo (Ulises) - Parte 1
Odiseo, rey de Ítaca, cuyo nombre griego es Odiseo, es hijo
de Leartes y Anticlea.
La intervención de éste héroe en la Guerra de Troya fue
decisiva ya que fue suya la idea del Caballo de Troya. Sus aventuras durante el
viaje de regreso y su arribo al país natal forman La Odisea, la segunda de las
dos obras inmortales de Homero.
Inmediatamente después de la partida de Troya, Odiseo llega
al istmo de Tracia, la ciudad de los Cicones, y aunque consigue saquearlos,
pierde a setenta y dos de sus compañeros en un sorpresivo ataque.
Desviados por el viento llegaron a la tierra de los
lotófagos, quienes se alimentaban de la flor de loto, la cual provocaba la
pérdida de memoria. Éstos les ofrecieron loto, tras lo cual los navegantes
olvidaron su patria. Finalmente, Odiseo consiguió que los marineros volviesen a
sus embarcaciones, para seguir rumbo a Ítaca.
Llegan en primer término al país de los Cíclopes donde el
monstruo Polifemo encierra a Odiseo con doce de sus compañeros en una caverna.
Cuando ya había devorado a seis griegos, Odiseo logra emborrachar al monstruo y
le quita su único ojo, con lo que logra escapar con el resto de sus compañeros.
A partir de entonces Odiseo es perseguido por la ira de
Poseidón, dios del mar y padre de Polifemo, quien lo persigue con terribles
tempestades durante su viaje, manteniéndolo siempre alejado de su país.
En la isla de Eolo, el guardián de los vientos, halla una
amable hospitalidad y al partir el dios le entrega una bolsa de cuero en la que
se hallaban encerrados todos los vientos, con excepción del benéfico Oeste,
para que los lleve en nueve días a la costa de Ítaca.
Mientras Odiseo descansa, sus compañeros abren la bolsa
creyendo que contenía un tesoro y los vientos escapan. Arrastrados por la
corriente, llegan de nuevo a la isla de Eolo, quien los echa indignado por
considerarlos enemigos de los dioses.
Al llegar a Telepilo, la cuidad de Lamo, el rey de
Anfitrite, sus lestrigones, caníbales de descomunal estatura, destrozan once de
sus naves, salvándose la duodécima gracias a la astucia de Odiseo.
WILLIE WALKER - South Carolina Rag. (Ragtime Blues Guitar)
" South Carolina Rag " (Take 1), 6 December 1930 (Atlanta). played by Willie Walker.
miércoles, 12 de noviembre de 2014
"ASIDERO EN LA OSCURIDAD"
borracho
escuchando las
mismas sinfonías
que me dieron
la voluntad de seguir adelante
cuando tenía 22.
40 años después
ni ellas ni yo tenemos la misma magia
precisamente.
deberías haberme
visto entonces
tan
esbelto
sin
barriga
era
todo nervio
demacrado:
violento, fuerte,
loco.
si me decías
una palabra
fuera de lugar
te partía el alma
allí mismo.
no quería que me
molestara
nada ni
nadie.
parecía estar
siempre de camino a alguna
celda
tras haber sido trincado por
hacer algo
en la avenida o
sus inmediaciones.
ahora estoy aquí sentado
borracho.
soy
una serie de
pequeñas victorias
y grandes derrotas
y estoy tan
asombrado
como cualquier otro
de
haber llegado
desde allí hasta
aquí
sin cometer ningún asesinato
ni haber sido
asesinado;
sin
haber dado con mi huesos en el manicomio.
mientras esta noche
me bebo a solas otra vez
el alma a pesar de todo el sufrimiento
pretérito*
gracias a todos los dioses
que no estuvieron
de mi parte entonces.
Charles Bukowski.
escuchando las
mismas sinfonías
que me dieron
la voluntad de seguir adelante
cuando tenía 22.
40 años después
ni ellas ni yo tenemos la misma magia
precisamente.
deberías haberme
visto entonces
tan
esbelto
sin
barriga
era
todo nervio
demacrado:
violento, fuerte,
loco.
si me decías
una palabra
fuera de lugar
te partía el alma
allí mismo.
no quería que me
molestara
nada ni
nadie.
parecía estar
siempre de camino a alguna
celda
tras haber sido trincado por
hacer algo
en la avenida o
sus inmediaciones.
ahora estoy aquí sentado
borracho.
soy
una serie de
pequeñas victorias
y grandes derrotas
y estoy tan
asombrado
como cualquier otro
de
haber llegado
desde allí hasta
aquí
sin cometer ningún asesinato
ni haber sido
asesinado;
sin
haber dado con mi huesos en el manicomio.
mientras esta noche
me bebo a solas otra vez
el alma a pesar de todo el sufrimiento
pretérito*
gracias a todos los dioses
que no estuvieron
de mi parte entonces.
Charles Bukowski.
martes, 11 de noviembre de 2014
I'M A RATTLESNAKIN' DADDY (1935) by Blind Boy Fuller
This song was recorded in New York in 1935 by Blind Boy Fuller (1907-1941), and was amongst his first recordings.
lunes, 10 de noviembre de 2014
Martin Fierro
...
Soy gaucho, y entiendanló
como mi lengua lo esplica:
para mí la tierra es chica
y pudiera ser mayor;
ni la víbora me pica
ni quema mi frente el Sol.
...
Soy gaucho, y entiendanló
como mi lengua lo esplica:
para mí la tierra es chica
y pudiera ser mayor;
ni la víbora me pica
ni quema mi frente el Sol.
...
sábado, 8 de noviembre de 2014
viernes, 7 de noviembre de 2014
Si si
Cuando Dios creó el amor no ayudó mucho
cuando Dios creó a los perros no ayudó a los perros
cuando Dios creó las plantas no fue muy original
cuando Dios creó el odio tuvimos algo útil
cuando Dios creó a los perros no ayudó a los perros
cuando Dios creó las plantas no fue muy original
cuando Dios creó el odio tuvimos algo útil
cuando Dios me creó a mi, bueno, me creó a mí
cuando Dios creó al mono estaba dormido
cuando creó a la jirafa estaba borracho
cuando creó las drogas estaba drogado
y cuando creó el suicidio estaba deprimido
cuando creó a la jirafa estaba borracho
cuando creó las drogas estaba drogado
y cuando creó el suicidio estaba deprimido
cuando te creó a ti durmiendo en la cama
sabia lo que hacia
estaba borracho y drogado
y creó las montañas y el mar y el fuego al mismo tiempo
sabia lo que hacia
estaba borracho y drogado
y creó las montañas y el mar y el fuego al mismo tiempo
cometió algunos errores
pero cuando te creó a ti durmiendo en la cama
se derramó sobre su Bendito Universo
pero cuando te creó a ti durmiendo en la cama
se derramó sobre su Bendito Universo
Charles Bukowski
miércoles, 5 de noviembre de 2014
Louise Johnson - All Night Long Blues (1930)
Louise Johnson - All Night Long Blues
Son House, Willie Brown and Charley Patton singing in the background.
"A SOLAS CON TODO EL MUNDO"
La carne
cubre el hueso
y dentro le ponen
un cerebro y
a veces un alma,
y las mujeres arrojan
jarrones contra las paredes
y los hombres beben
demasiado
y nadie encuentra al
otro
pero siguen
buscando
de cama
en cama.
La carne cubre
el hueso y la
carne busca
algo más que
carne.
y dentro le ponen
un cerebro y
a veces un alma,
y las mujeres arrojan
jarrones contra las paredes
y los hombres beben
demasiado
y nadie encuentra al
otro
pero siguen
buscando
de cama
en cama.
La carne cubre
el hueso y la
carne busca
algo más que
carne.
No hay
ninguna
posibilidad:
estamos todos atrapados
por un destino
singular.
Nadie encuentra jamás
al otro.
posibilidad:
estamos todos atrapados
por un destino
singular.
Nadie encuentra jamás
al otro.
Los
tugurios se llenan
los vertederos se llenan
los manicomios se llenan
los hospitales se llenan
las tumbas se llenan
los vertederos se llenan
los manicomios se llenan
los hospitales se llenan
las tumbas se llenan
nada más
se llena.
se llena.
de
Charles Bukowski
martes, 4 de noviembre de 2014
lunes, 3 de noviembre de 2014
Caídas - Parte 2
En un
momento lo perdí de vista hasta que al rato me gritó desde la isla. Yo no
quería seguirle el juego. Tampoco estaba seguro de animarme a atravesar el río.
Le contesté que se dejara de joder, que volviera, y me senté a esperarlo.
Calculé que no iba a tardar porque no podía estar mucho tiempo sin fumar. Pero
también esa vez me equivoqué. Me pidió que escondiera su ropa y que me fuera a
casa porque tenía ganas de dar un paseo por la isla. A dos pasos había un
muelle con botes pero ninguno de los dos quería ridiculizarse. Llamé al
barquero y le di la poca plata que tenía para que le alcanzara el paquete de
cigarrillos e intentara traerlo de vuelta. Pero no volvió. Se quedó pitando en
silencio en la otra orilla hasta que me cansé de su juego y me fui a dormir.
Creo que
fue ese episodio el que lo alejó por un tiempo de mí y del taller de tornería. La
tarde en que lo encontré tirado en la calle temí que se muriera con la
impresión de que yo lo había abandonado. La ambulancia tardó siglos en llegar y
lo llevó a un hospital donde me dijeron que tenía el cráneo roto. Mi madre se
quedaba a su lado durante la mañana y a la tarde iba yo. Cuando pudo mover los
labios me dijo que se había gastado el aguinaldo completo en la primera cuota
del torno y no se animaba a decírselo a mi madre.
Era otro
de sus juguetes tardíos pero todavía no estaba seguro de poder disfrutarlo.
"¿Me voy a morir?", me preguntó cuando se dio cuenta de que tenía una
bolsa de hielo sobre la cabeza. Le dije que no, aunque no era seguro, y le
pregunté dónde estaba su famoso torno. "Llega de Buenos Aires en el tren
de la semana que viene; es una hermosura, no te imaginas", me contestó muy
serio. Una enfermera había puesto las cosas que llevaba sobre la mesa de luz.
El pañuelo, el encendedor, la billetera vacía, unas monedas y el folleto del
torno que era italiano y parecía una nave espacial. "¿Te duele?",
dije y me senté cerca de la ventana a mirar a las chicas que atravesaban el
jardín. "Sí, desde hace mucho", murmuró. "¿Qué me pasó
ahora?" Le conté que lo había agarrado un auto y se había golpeado la
cabeza contra el pavimento. Pareció sorprenderse, como si le dijera que se
había caído de la calesita: "Y a tu madre, ¿qué le vamos a decir?".
Se refería al aguinaldo y a todo lo que otra vez no podríamos comprar. Cerró
los ojos y se durmió. O tal vez en su confusión de huesos rotos y sesos desbaratados
pensaba en lo buena que hubiera sido su vida sin mi madre y sin mí. Me incliné
para decirle al oído que no siempre se puede ganar, que a veces hay que saber
quedarse de este lado de la orilla. Hizo una mueca de disgusto y entornó los
párpados: "Eso es de cobardes; los ríos están para que uno los
cruce". Como siempre, del infortunio sacaba alguna lección que lo
disculpaba ante los demás.
Después
de hablar con el médico tuve miedo de que aquella fuera su última metáfora. A
mi madre le dije que la plata del aguinaldo se la habían robado en la calle
mientras estaba caído y que de todos modos para nosotros no habría fiestas ese
fin de año. Antes de Navidad lo trasladaron a casa, flaco y vendado como un
faquir. Ocultaba el folleto del torno abajo de la almohada. No sé si mi madre
se creyó el cuento del aguinaldo robado, pero en Nochebuena no tuvimos festejos
ni palabras bonitas. Mi padre pasaba las horas inmóvil, con la mirada puesta en
el techo. Un día me hizo una seña para que me inclinara a escucharlo: "Véndelo",
susurró, "cuando llegue véndelo por lo que te den". Me pareció que
contenía un lagrimón y le dije que no, que ahora estaba en medio de la
corriente y tenía que nadar. Después de todo, eso era lo que había querido
enseñarme. Hizo un gesto de alivio, me pasó un brazo alrededor del cuello, y
dijo: "Está bien, pero no te olvides de mandarme un bote con los
cigarrillos".
Osvaldo
Soriano
Cuentos de los años felices (1993)
domingo, 2 de noviembre de 2014
Caídas - Parte 1
Mi padre
tuvo tantas caídas que al final no recordaba la primera. Lo vi despeñarse con
una motoneta camino de Plaza Huincul y años más tarde se dio vuelta con el
Gordini, cerca de Cañuelas. Mi madre me contó que una vez, cuando yo era muy
chico, se cayó sin mayores daños de un poste de teléfonos y como era bastante
distraído solía tropezarse con los juguetes que yo dejaba tirados en el suelo.
Una
tarde de diciembre de 1960 alguien vino a avisarme que lo había atropellado un
auto. Llegué sin aliento en una bicicleta prestada y lo encontré estirado en la
calle. Estaba un poco despeinado, con los ojos abiertos y la cara muy blanca.
Sobre el asfalto había un poco de sangre manchada por las huellas de unos
zapatos. La gente se apartó para dejarme pasar y un tipo me dijo ya estaba por
venir la ambulancia. Alguien que le había puesto un pulóver bajo la nuca me
alcanzó los anteojos que se habían roto con la caída.
Nadie
hablaba y yo no sabía qué decir. Me arrodillé a su lado y le hablé al oído
tratando de que la voz no me saliera muy asustada. Le pregunté si podía
escucharme y alguna tontería más, pero no abrió la boca. Entonces fui pedir que
me ayudaran a llevarlo al hospital pero me dijeron que no convenía moverlo
porque debía estar muy estropeado. El paisano de sombrero negro que lo había
atropellado estaba llorando dentro del coche y tampoco me hizo caso. Volví a
sentarme en la vereda y le tomé una mano. Estaba fría y blanda como la panza de
un pescado. No llevaba más que el anillo de casamiento y el Omega con la correa
de cuero. Me pregunté qué haría allí, en la otra punta del pueblo, cruzando la
calle como un chico atolondrado. En esos días había cumplido los cincuenta y
recién ahora me doy cuenta de que corría contra el tiempo. No había hecho nada
que le sirviera a él y la única vez que salió en los diarios fue después del
accidente, entre un cuatrero detenido en General Roca y un incendio en la usina
de Arroyito.
Con los
primeros calores de aquel verano había tomado la decisión de abandonar Obras
Sanitarias y montar un taller de tornería. Mi madre se oponía porque no creía
en su suerte. Entonces me llamó a su escritorio para que le dijera con toda
sinceridad si yo le veía futuro en los negocios. De verdad, visto como lo vi
entonces, con el chaleco de lana gastado y el pantalón lustroso, no me animé a
apostar por él. Me convidó un cigarrillo, dejó que le explicara un complicado
asunto de polleras y ya pasada la medianoche, en voz muy baja, me explicó que
estaba cansado de esperar, de correr de un desierto a otro mientras se le iban
los años y se le arrugaban los cueros. Dijo no estar arrepentido de nada pero
se le leía la culpa en los ojos. ¿Culpa de qué? Nunca lo sabré. Aquella noche
intentó darme otro de sus consejos, pero no servía para eso. Palabras más o
menos, me dijo: "Por mejor que uno se explique y justifique, nada cambia.
Siempre se cometen los mismos errores. Una caída dibuja la próxima y por eso
creemos en un Dios, en alguien que haya aprendido a no quemarse dos veces con
la misma leche". Cosas así eran las que solía recitarme a la medianoche
mientras limpiaba compases y tiralíneas frente al tablero de dibujo.
Le dije
que no se calentara, que cualquiera hacía plata si eso era lo único que se
proponía y que él estaba para otra cosa. Lo suyo era correr por ahí, andar a la
deriva para no llegar a ninguna parte. A él y a mí nos daba lo mismo un lugar u
otro siempre que tuviera una estación y algunas leguas por delante.
Ese día
salimos a caminar por los andurriales, yo estornudando por el polen y él
tosiendo su tabaco. Me hablaba de lo que haría cuando tuviera un taller con
seis tornos y no sé cuántas máquinas para fabricar herramientas. De a ratos lo
situaba en Córdoba y después lo ponía en Mendoza para abastecer también a los
chilenos. Sin darnos cuenta llegamos al río y de pronto se jactó de haber sido
muy buen nadador en su juventud, allá en Campana. Señaló la isla bajo el puente
y me desafió a ganarle a contracorriente. Cambié de conversación porque el
Limay es profundo y temí que se ahogara. Yo tenía menos de veinte años y me
parecía imposible que mi padre pudiera ganarme en algo. Insistió y puse como
excusa una contractura del fútbol o algo parecido. No me oyó o no quiso oírme y
empezó a quitarse la ropa ahí mismo, abajo de la luna, hasta que sólo se quedó con
unos ridículos calzoncillos celestes que le llegaban hasta las rodillas.
Bravuconeaba, supongo. Tenía todo el pelo blanco pero ahora estaba de nuevo en
el Delta junto a sus amigos y con toda la vida por delante. No sé qué pensé
mientras lo miraba alejarse tirando brazadas. Creo que me daba pena verlo
pelear contra su propia sombra. Me toreaba a mí pero la bronca, como el agua,
venía de lejos y nos mojaba a los dos.
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